Haz click aquí para copiar la URL
Críticas de Roberto Granda
1 2 >>
Críticas 7
Críticas ordenadas por utilidad
8
5 de enero de 2010
15 de 15 usuarios han encontrado esta crítica útil
Personalmente nunca me cansa el filme de John Huston. Siempre parece nuevo el frío de noviembre que se le mete en el alma al marinero que sigue el curso de los ríos y habla sobre el mar de forma poética. El premonitorio discurso (brillante a pesar de su carga religiosa) de Orson Welles que se camufla de breve secundario y por el que muchos aficionados pasaron por alto su presencia. La forma en que el protagonista y narrador presenta a los oficiales y marinería hace una introducción general para conocer a los personajes, cuyo carácter y valentía marcara las distintas situaciones en la travesía. Es el orgullo del que hablaba el pastor Welles el que pierde al famoso capitán del Pequod; el odio ciego, la total obsesión de un caracterizado y amputado Gregory Peck cuya única misión en la vida es dar caza y muerte a una enorme ballena blanca con justificada fama de asesina.
Son las escenas de caza real, la continua presencia del agua en oleaje o inmensa, la referencia a rutas y océanos, la dura vida en los buques de entonces y algún que otro término náutico los que hacen las delicias de los aficionados a los barcos y al mundo de la mar.
La tripulación admira y teme al capitán, sólo Starbuck, el primer oficial, intenta para la locura, aún viéndose finalmente metido de lleno y por orgullo en la idea de ver a la ballena flotando panza arriba, misma visión con la que soñaba el líder del navío, enfrascado en un viaje sin retorno en el que ni los hombres ni el barco importan, si con su sacrificio se consigue la recompensa en su corazón, marcado a fuego por las heridas de su anterior viaje, en el que se podría decir que le dejó como un muerto en vida, y tan sólo quedan los restos de aquel hombre, condenados a vagar por todos los mares en una desesperada persecución.
Moby Dick es la historia de unos hombres contra su destino, el trágico desenlace de perseguir lo inevitable, de marinos contra algo que les supera en tamaño y rabia, guiados por el deseo de venganza de su implacable líder. Achab es casi un mito para mi persona, la primera vez que vi a Gregory Peck en la pantalla, un chiflado obsesionado pero con una importante carga de carisma, y cuando desde su tumba marina, atado a perpetuidad a los lomos de su enemiga, invita a sus hombres a no retirarse de la persecución, siento que algo se estremece dentro de mí.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Roberto Granda
¿Te ha resultado interesante y/o útil esta crítica?
9
18 de agosto de 2008
13 de 14 usuarios han encontrado esta crítica útil
Para alguien poco acostumbrado a ver cine puede ser una película de juicios más. A mi me parece una obra maestra absoluta. Al fin y al cabo el director no es otro que el de Doce hombres sin piedad. Empezando por el indiscutible, Paul Newman, y el resto de los personajes: Como hablan, como miran, como callan; la profundidad psicologica del mundo que se intuye en sus actos y en sus ojos. Comenzando por el plano de apertura, vemos la sombra de algo que en un pasado pudo llegar a ser un hombre, bebiendo y jugando, en la oscuridad de cualquier antro de cualquier parte. Su vida ha perdido el norte por una traición profesional, en el ejercicio de la abogacía, y solo el horizonte de un nuevo caso puede ayudarle a redimirse. Pero le ha tocado el peor enemigo, esa fiera incontenible que es capaz de replegarse con toda su maldad: El obispado. Culpables de enviar a una mujer a un estado vegetativo de por vida, (magistral la escena en la que Newman decide ir a por todas, al comprobar en persona el lamentable estado de la mujer) han contratado al mejor bufet de abogados para darle la vuelta a la tortilla.Pero el atractivo perdedor, sabedor de que es esta su última oportunidad, no quiere dejar escapar la opción de volver a sentirse vencedor una vez más en la vida. Cuando a uno no le queda nada, la dignidad es la única tabla a la que aferrarse. Entonces aparece ella, en varios encuentros de factura impecable en el bar, y entiende su pasado, su presente y su causa. Pero la maquinaria sibilina del poder ha empezado a actuar, donde Newman descubre en una gran escena, que no fue él el único intento de soborno. A lo largo de la película, mediante esos profundos ojos azules, vamos cayendo poco a poco al interior de los sentimientos y pensamientos del protagonista, mediante una puesta en escena lenta pero firme, dura y fría como una roca, en un alarde interpretativo sin igual. La relación de la pareja es la de necesidad en época de crisis. Sus diálogos son excelentes:
- ¿Por qué eres tan dura?
-Te lo diré luego
-¿Tendremos un luego?

Fundamental verla en versión original para poder apreciar la interpretación de Newman, de las mejores de su carrera. El doblaje de ella es malísimo.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Roberto Granda
¿Te ha resultado interesante y/o útil esta crítica?
9
16 de octubre de 2009
11 de 12 usuarios han encontrado esta crítica útil
Unos ojos que miran, que sienten, que intentan hablar con sus miradas, que hacen el contrapunto del tiempo. Miradas con mil matices, que se desean aunque no puedan tenerse, miradas de venganza y compasión.
Ojos que el amor que albergan no es apagado con el crepitar de los años, una esperanza escondida, o fantasmas del pasado que aún habitan en la celda más oscura de la Patagonia.
El secreto de sus ojos son dos películas en una. Un crimen obsesivo, pasional, arrastrado en el tiempo con un terrible misterio y una venganza a la altura. Y una historia de amor, de amor auténtico, silencioso, dubitativo, plagado del miedo al futuro, truncado por una escapada apresurada huyendo de la muerte.
Cine con aristas, pero que avanza liso y pausado recreándose en el arte, en la trama, con dosis de cine negro, de intriga acompasada por diálogos brillantes, toques de humor que no desentonan en sentimientos a flor de piel; esos dos compañeros tan distintos y tan humanos, que consiguen reabrir un caso porque vieron en los ojos de un hombre un amor verdadero que no desfallece, que espera sin inmutarle el paso del tiempo en una estación de tren la aparición del verdugo, benefactor de una justicia que empezaba a hacer aguas en Argentina.
El espectador asiste atrapado a un desfile de actos y emociones, el sacrificio más grande que se puede ofrecer en el altar de la amistad; un escritor que se enfrenta al papel en blanco, una despedida entre raíles de seres cobardes incapaces de atreverse a dar el paso que sus corazones les grita, condenándose a la mediocridad; una novela de la que son protagonistas. “¿Cómo se hace para vivir una vida vacía de nada?” le dice Ricardo Darín al amor de su vida, sabiendo que en su marido tan solo tiene una estabilidad rellena de nada. O tener cien pasados y ningún futuro. Una mujer que declara tan sólo mirar hacia adelante cuando lo único que en verdad deseo se encuentra anclado en un andén de la estación del pasado.
Como esa vieja Olivetti que escribe sin la "A" de "amor", El secreto de sus ojos es sentimiento en estado puro, un magnífico retrato de personajes, una película excelente sin paliativos, un monumento al cine para regalarle a los sentidos, labrado con un profundo respeto y sentido del arte, una obra llamada a ser un clásico, de esas que aparecen con cuentagotas cada ciertos años y aborda por la tan simple como compleja razón de que narra sentimientos con los que identificarse, te implicas con el silencio de los ojos cuando quieren y sufren por dentro, el dolor, la crueldad, la venganza de un hombre arrebatado de lo que más quería, portador un amor tan inmenso que no se contenta con cuatro tiros, una pasión parecida a la del escritor que tarda 25 años en atreverse a poner “te amo” es un cacho de papel.
Roberto Granda
¿Te ha resultado interesante y/o útil esta crítica?
4
12 de octubre de 2009
7 de 8 usuarios han encontrado esta crítica útil
Al principio la cinta navega con buen ritmo entre capítulos, escenas muy largas en las que nunca sabes a dónde quiere llegar el director, nutridas de buenos diálogos y una tensión bien insertada, con violencia marca de la casa administrada sin prácticamente excesos, si admitimos reventar cráneos con bates y arrancar cabelleras como algo normal dentro del universo Tarantino, un realizador que se regodea en la morbosidad de la sangre. Estas escenas con mucha paja que en sus mejores momentos rozan la brillantez, salpicadas con pequeñas dosis de humor, logran mantener en vilo al espectador con el “qué pasará”, aunque todos intuyan que acabará con cadáveres adornando la pantalla.
El personaje del oficial nazi caza judíos se come a bocados al de Brad Pitt, empeñado en poner muecas de irónico asesino, y la impresión que ofrece el nazi es de un personaje serio con muchos matices interpretativos.
Hasta el momento puedes creer que se trata de una película razonablemente aceptable, incluso entretenida.
El grupo dedicado al desmembramiento de nazis parece más una pandilla chiflada de macarras de pueblo de alguien destinado a hacer algo serio. Y vaya si lo hace. Tarantino siempre utilizó su cine para crear y exponer lo que le saliera de su real entrepierna, naciendo una legión de seguidores casi tan descerebrados como él; y en sus criaturas había cabida para lo mejor y para lo peor. Pero en Malditos bastardos va más allá, y como una especia de ser superior, se permite cambiar y falsear la historia. Sin ningún sentido, atentando al buen gusto.
Creo que Tarantino ha alcanznado su plenitud en cuanto a estética visual, diálogos y composición de escenas, pero también ha llegado a la cúspide de su locura y derroche de sangre y violencia.
Como ocurriera con Abierto hasta el amanecer, lo que comenzaba con un arranque prometedor y algo más que buenas intenciones termina en un delirio inexplicable caminando de la mano de una orgía de sangre.
Ya comienza a sospecharse el desastre final en el momento en que muestra la muerte de dos personajes totalmente vacíos (una superviviente de una masacre daba para mucho más) buscando la emoción del drama con la peckinphiana cámara lenta, pero con un resultado absurdo, porque, sencillamente, no tiene emoción alguna.
Es después de esto cuando la fantasía y los delirios sanguinarios del director salen a volar y dan lo mejor de sí. Una experiencia inenarrable, digna de serie B (películas fetiche de Tarantino, tan cutres como su cine). Una broma de mal gusto de alguien caracterizado por la ida de bola. Un epílogo que mezcla la parodia de un grupo salvaje absurdo y un festín de tiros entre risotadas y fuego que echa a perder todo lo bueno que pudieran tener los abundantes minutos anteriores.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Roberto Granda
¿Te ha resultado interesante y/o útil esta crítica?
8
19 de octubre de 2009
5 de 8 usuarios han encontrado esta crítica útil
He revisado hace poco, está vez en su versión extendida, ‘Uno rojo, división de choque’ (1980), que tenía olvidada en el cajón del recuerdo (gran error) y pude comprobar que la primera impresión de esa primera vez hace años mejora con el tiempo.
Volviendo a visionar la filmografía de Samuel Fuller, irregular, vividor y fascinante director con estilo propio, con películas muy buenas como Corredor sin retorno, Manos peligrosas o Una luz en el hampa, me topé con ‘Uno rojo, división de choque’, y recordé con satisfacción una obra fundamental del cine bélico, volví a vibrar con el envejecido Lee Marvin y a admirar el talento de Fuller para imprimir esa capacidad narrativa a su cine.
Aunque empezara a hacer sus pinitos en los años 50, apareciendo en filmes tan extraordinarios como Los sobornados o Seven Men from now, Lee Marvin debe su fama, principalmente, a su papel de Liberty Valance y el resto de películas de los años 60 como La taberna del irlandés, Los profesionales, Doce del patíbulo, La leyenda de la ciudad sin nombre y A quemarropa. Y aquí, dos décadas después, seguía en plena forma uno de los tipos más duros y carismáticos de la pantalla, y representa a un sargento al mando de unos soldados de infantería de asalto conocida como The Big Red One.
La cinta es tan fascinante que no tengo en cuenta los errores, sólo me interesa ese grupo enfrentado a la guerra y sus situaciones. Separada por distintos capítulos entre 1942 y 1945, ‘Uno rojo’ es nada menos que una clase de historia sobre el desarrollo de la Segunda Guerra Mundial, desde el norte de África a Sicilia, desde el Día D a Bélgica, de Checoslovaquia hasta llegar a Alemania. Es la película donde uno descubre que los soldados utilizaban preservativos en los cañones de los fusiles para evitar que les entrara agua.
Con secuencias memorables como el alemán que va a orinar a escasos metros del escondite del grupo, ese pueblo italiano donde no queda un solo hombre, las flores en el caso de Marvin o la explicación que en uno y otro bando dan los que están al mando de la diferencia entre asesinar y matar. Y momentos brillantes como la emboscada de los nazis que se hacen pasar por muertos, y la compañía de Uno rojo, con Lee Marvin de comadrona, ayudando a dar a luz a una mujer en el interior de un tanque, sujetándole las piernas con tiras de municiones, utilizando condones en los dedos a modo de guantes de enfermería y el envoltorio de un queso como mascarilla. Genial la parte de la espía americana que se hace pasar por loca en un psiquiátrico tomado por el enemigo para eliminar alemanes, y grotesco el tiroteo con los enfermos mentales indiferentes. O La mujer belga que descubre a un nazi infiltrado por su forma de comer.
Samuel Fuller muestra el contraste entre la vida que empieza y todas las que terminan, las fiestas que se corren los soldados entre descansos de la batalla.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Roberto Granda
¿Te ha resultado interesante y/o útil esta crítica?
1 2 >>
Cancelar
Limpiar
Aplicar
  • Filters & Sorts
    You can change filter options and sorts from here

    Últimas películas visitadas
    Lo verde empieza en los Pirineos
    1973
    Vicente Escrivá
    3.8
    (563)
    Ana Karenina (Serie de TV)
    1975
    Fernando Delgado
    Mujercitas (Miniserie de TV)
    1978
    David Lowell Rich
    arrow