Me sumo a las opiniones vertidas por las críticas precedentes y hago míos sus argumentos y visiones sobre esta fantástica película que para mí también es la mejor de lo que llevamos de año (no sufría tanto en una butaca desde Match Point).

Lo que más me impresionó es la cantidad de temas que toca sin ser aburrida, en sólo dos horas y todo por el mismo precio. Ya quisieran algunos esta capacidad de síntesis sin caer en el simplismo (como contrapunto, ahí tenemos Novecento que en 314 minutos, yo al menos en mi obtusez, no logré entender qué es lo que se me quería transmitir).

Pero, tal vez, lo mejor de todo sea la objetividad y empatía de que hace gala el director hacia los personajes, pues consigue crear una atmósfera de tensión (casi de terror, diría yo) sin para ello cargar las tintas con nadie en particular (de alguna manera, tal vez lo haga contra todos en general). Es decir, no logro interpretar como "malo" o como "bueno" a ninguno de los personajes; sí, en cambio, logro entender sus motivaciones y sus sentimientos y me pongo en su piel. Incluso en la del juez.

No llevamos ni una semana de 2013 y ya hemos contemplado la peor película del año. Pues eso que nos hemos quitado de encima, señora. Y eso que la cosa prometía. Sala llena hasta la bandera. Más de media entrada vendida. En ciernes, tarde memorable en el cine. Qué inocente. Lo que obtuvimos previo pago de los 8 lirios de rigor fue un batacazo en toda regla. Sin paliativos. P’haberse matao, vaya.

Y es que el tal Anderson este nos agasaja con un truñaco de magnitud 9 en la escala de Richter. Sí, sí, luego dirán que si el nuevo Kubrick, que si puro cine, que si tal y que cual, Pascual. Pero lo que me queda claro tras la pesadilla después de Navidad es que a los críticos les va la marcha. Les mola la tontería y la chorrada. Y cuanto más tontería y mayor la chorrada más estrellas le pondrán a la cosa. Demostrado.

Porque, vamos a ver, ya que estamos comparemos a Anderson con Kubrick. Por seguir la parida, nada más. Donde el primero pone imágenes, como mínimo, bellas e hipnóticas por sí mismas, el infecto de Anderson nos brinda un cortapega, modo aleatorio: on, de secuencias repelentes a más no poder. Donde el director de 2001 te enchufa música de la buena, este otro te cuela algunas tonadillas que tenía de un disco de pizarra que le regaló su tía-abuela. Eso cuando se acuerda de hacerlo. Y cuando, finalmente, aquél te deja perplejo y con la mosca detrás de la oreja, este no deja lugar a dudas: efectivamente, señores, Anderson es un pelma de puta madre.

Mencionemos, por caso, dos secuencias antológicas de The Master: la de los paseos de J. Phoenix entre pared y ventana, por un lado, y la de la moto, por el otro (no se preocupen, esta peli es spoilerproof). ¿Qué pasaría si se quitaran del metraje final? Nada. La película seguiría siendo igual de idiota, solo que más corta, ergo eso que salimos ganando. ¿Son intrínsecamente bellas por sí mismas? Ni de coña marinera. Son más feas que pegar a un padre con un calcetín sudado y encima pedirle la paga. Pues así toda la película, oiga. Pa ir a mear y no echar gota.

Y es que The Master, más que una alegoría en torno a la vida y milagros de un remedo de L. R. Hubbard, es, simple y llanamente, una declaración de intenciones de lo que pretende ser el propio Paul Thomas Anderson. Esto es, un cantamañanas que quiere vivir del cuento y que lo consigue gracias a los palmeros y abrazafarolas a los que va seduciendo por el camino.

En resumen, en un film donde sólo se salvan las actuaciones, comprobamos con desasosiego que Anderson es al cine lo que la burbuja al sector inmobiliario. Puro humo.

La historia lo pondrá en su sitio.

Espectacular truño de película. Estos ojitos no han visto, ven, ni (espero) verán un despilfarro de dinero, celuloide y tiempo de semejantes características. La única utilidad que tiene es la de confirmar que Gus Van Sant está como una maraca.
Mi objetivo con esta crítica no es la crítica en sí mismo, puesto que criticar la nada, el vacío no tiene ninguna lógica filosófica. El objetivo de esta crítica es intentar impedir que gentes de buena voluntad cometan el error de visionar este aborto cinematográfico. Por favor, no la veáis porque podéis convertiros en estatuas de sal. Es preferible que contempléis el sol durante tres cuartos de hora o que os apliquéis colirios sulfúricos en las retinas.
Aprovecho para exigir a FilmAffinity la implantación del 0 como opción a la hora de votar.

Quisiera romper una lanza (pequeñita, estilo mondadientes) en favor de esta pelicula. En primer lugar, he de reconocer que me aproximé a ella desde el recuerdo y la nostalgia de la original. Sin embargo, conociendo el percal de las actuales superproducciones, me contuve y lo dejé para su salida en DVD.

Tras leer la avalancha de críticas destructivas del FilmAffinity, en un primer momento pensé en olvidar el film. Pero un angelito se posó en mi hombro izquierdo y me susurró al oído: "No desprecies el trabajo que tantas gentes de buena fe han llevado a cabo para entretener a los niños del mundo". Así pues, procedí a deshacerme del angelito tirando de la cadena. Y me dispuse a tomar mi comida del mediodía acompañado de la televisión.

Cuando ante mi hizo acto de presencia el rostro de Matías Prats, una extraña asociación de ideas me llevó a pensar en La Momia y ello me llevó de nuevo a Furia de Titanes. Así que pensé: "No puede ser peor que Telecirco". Dicho y hecho. Osé introducir el DVD en el reproductor y comenzó el espectáculo.

"Anda, si ese es Pete Postlethwaite"... "¿Y esa otra no es la chica de Érase una vez en América?"... "¡Coño, pero si es Liam Neeson!", "¡Joder, Ralph Fiennes!" Esto se ponía cada vez más interesante. Aunque sólo fuera por las viejas glorias. Hasta que llegó la Diosa de verdad, de las del Olimpo de toda la vida. ¡¡POLLY WALKER!! Aquello fue el súmum. Y me dije: "tronco, si sale Polly Walker te la tienes que ver entera por muy bodrio que sea". No en vano la susodicha es mi musa desde que me enamoré de ella en la fantástica serie "Roma".

Vale, ya sé que sólo aparece durante 35 segundos, pero los gruppies de Polly Walker somos así, qué pasa. Bueno, a lo que iba. Total, que enganchado hasta el tuétano por el estupendo elenco de actores secundarios, pues ya de perdidos al río. Y me terminé la peli de tirón.

Y qué queréis que os diga. Vale que no es ninguna joyita, pero tampoco lo era su antecesora, que si acaso es igual de mala. Lo que ocurre es que los treintañeros la tenemos mitificada. Yo me supongo que si tuviera 7 años y me llevaran al cine a ver esta pues alucinaría 30 años después. Porque de lo que se trata aquí es de una historia muy sencillita, con cierto tono apocalíptico, música trepidante, torbellino de escenas, peleas, espadas, héroes, ejem, rollo más bien freakie, cuyo único objetivo es transportarnos a un mundo fantástico poblado de seres monstruosos que es donde vivíamos a la edad de 7 años.

Entiendo que ir al cine y que te proyecten esto pues tiene que doler, sobre todo si vas con la churri, que te iba a mirar raro a la salida. Así que si eres amante del cine de arte y ensayo a evitarla rigurosamente. Pero si eres de mente abierta (muy abierta) y echas de menos esa sensación de evasión de la infancia, pienso que no tiene por qué defraudarte. Eso sí, resérvala para el vídeo, hombre de dios.

"Joya" del spaghetti western, de la serie Z o de la tercera división regional del celuloide que, dicen, cosechó un éxito arrollador en Alemania (en fin, cosas peores se han visto en Alemania y no sólo en la gran pantalla). Sólo recomendable para arqueólogos del cine, cinéfagos sin criterio o para quien tenga algún pariente lejano trabajando en el film. Al resto, quisiera dirigirles esta advertencia.
La peli es mala, mala. Y el elenco de actores, peor, peor. Eso sí, yo le he encontrado ciertos paliativos, que tal vez impriman leve interés al visionado. Primero, la trama me sorprendió cuando ya estaba viendo venir lo que parecía un plagio descarado de "Por un puñado de dólares". Ello no significa que remonte mucho el vuelo, pero al menos consiguió que mi dedo no ejecutara la orden de stop.
Segundo paliativo, la canción introductoria es pegadiza, aunque la subsiguiente banda sonora linda un poco con lo ridículo.
Y tercero, la estética feísta propia del género es de diploma olímpico, aunque no estoy muy seguro de que esto fuese buscado aposta.
Subrayo, a continuación y en la sección spoiler, los momentos estelares.