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Argentina Argentina · Buenos aires
Críticas de Candela
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Críticas 23
Críticas ordenadas por utilidad
8
28 de febrero de 2019
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La soledad a secas. Luces que al atardecer parecen rebotar sobre la tristeza disimulada y cautelosa de una ciudad como Helsinki, esta vez disfraza de tango. La esperanza también está, modesta, pero está. Sigue ahí, en Koistinen, un hombre común, un guarda de seguridad que trabaja de noche en un centro comercial. El mismo que pide un crédito que el banco rechaza, el que vive silencioso, el que visita diariamente a la vendedora de un puesto callejero con la cual casi no cruza palabra, el que un buen día se encuentra con una mujer en un bar y decide conocerla y el que finalmente da cuenta de que nada es tan sencillo como parece. Ese es Koistinen, el que sigue resistiéndose a que el mundo permanezca tan extraño y distante. No hay conmoción ni estremecimiento aparente.
Todo sucede en el mismo tono, como una cuerda tensa que a pesar de los golpes y saltos que sufre sigue intacta, inmóvil: la traición, el castigo por un crimen no cometido, la adversidad y el desamparo de la calle. Pero son aquellas pequeñas vibraciones las que Kaurismäki sabe transmitir, las que emocionan, las que provocan afecto y curiosidad. Una historia simple, macilenta y certera sobre la desdicha y la ilusión. Sin ningún tipo de presunciones pedagógicas y agitaciones narrativas. La desaprensión de los personajes existe, hasta que nos asomamos a lo que dicen cuando no dicen, a los azules y los rojos que en la opacidad permanente retratan la esperanza de una manera particular, a la soledad penetrante que quiere dejar de serlo. La banda sonora que escolta a la película es exclusivamente tanguera, en manos de Carlos Gardel y el finlandés Olavi Virta. Una película de outsiders, de aquellos que quedan al margen de esas sociedades que parecen tan adelantadas y progresivas. Detrás de la típica postal finlandesa están las sombras de una urbanidad tormentosa y violenta. Tal vez por eso la invasión de fotogramas repletos de humo, ostracismo y silencio. Aki Kaurismäki no solo la dirigió, también se dedicó al guión, la producción y el montaje de este film.
La película fue ovacionada por la crítica y seleccionada por los miembros de la Academia de Cine de Finlandia para representar al país en los premios Oscar del 2007 pero fue rápidamente retirada por su autor en señal de protesta contra el gobierno de George Bush.
Kaurismäki es considerado como uno de los más prolíficos directores del cine finlandés y conocido por sus películas ambientadas entre las clases sociales más golpeadas, en particular las del norte de Europa, repleta de situaciones y personajes singulares. Luces al atardecer es la última entrega de la Trilogía de los perdedores después de Nubes pasajeras y Un hombre sin pasado.
Candela
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9
28 de febrero de 2019
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El General Jack D. Ripper muy sugestionado por una conspiración de la URSS para contaminar las aguas norteamericanas con flúor, lanza un ataque sobre tierras soviéticas. El presidente norteamericano, no muy convencido de la operación militar, se contacta con el premier ruso para notificarle del bombardeo y le ordena derribar los aviones de su propia fuerza aérea. Así comienza esta pieza magistral. Construida a partir de un tono ácido y burlesco de las prácticas y políticas militares durante la llamada Guerra Fría. Un film que condena la guerra y a quienes la llevan adelante, desmitificando continuamente los valores morales de las fuerzas armadas como motivo de enaltecimiento permanente de la propaganda sistémica.
El genial Peter Sellers interpreta a tres de sus personajes: el capitán Mandrake, el presidente estadounidense Merkin Muffley y el mismísimo Dr. Insólito que cumple el rol de asesor y en cuyos descuidos su brazo ortopédico ejecuta movimientos con resabios de la venia nazi, mientras descarga inesperadas advertencias como “aquí no se pelea, es la Sala de Guerra”. Sobre un tono tejido de solemnidad y seriedad se desatan las más desopilantes escenas. Kubrick sabía muy bien que la idea de que la humanidad pudiese anularse a sí misma producto de un ataque atómico era una de las representaciones más truculentas que azotaron al mundo, habían pasado diecinueve años de la Segunda Guerra Mundial y la invasión en Vietnam seguía en curso. Él mismo dirige, produce y teje un argumento irreverente y crítico del belicismo, y no solo del norteamericano; más bien afina la puntería hacia las lógicas beligerantes que seguían sosteniendo una presencia desgarradora y mortificante sobre las sociedades.
Candela
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9
28 de febrero de 2019
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A star is born goza de salud, de genuina salud cinematográfica. Una realización que no deja de sorprender por su frescura a pesar de ser la tercera remake de este octogenario melodrama, sus dos primeros exponentes se desenvuelven en el mundo del cine (1937 y 1954), la adaptación del ´76 y la que nos compete en el mundo musical.
No es poco en los tiempos que corren. Se va cerrando la temporada de premiaciones y el reconocimiento unánime de la crítica, la taquilla –y ahora de las streaming- se encargó de subrayar la vigencia que tiene el gusto por la sordidez y el cinismo, en versión qualité de la mano del griego Lanthimos con su film The Favourite pasando por la ferviente recepción de la sobrevalorada Roma de Cuarón, dotada de un preciosismo audiovisual abrumador pero de un vacío argumental que, por más disfrazado de neorrealismo esté, no deja de ser una experiencia más sensorial que reflexiva porque poco tiene para contar.
En la flamante cuarta entrega Bradley Cooper se inicia en la dirección pero no conforme oficia también de coguionista, coautor musical, coproductor y actor protagónico. Una osadía que supera con creces.
La idea original fue concebida, en los años treinta, por William A. Wellman, uno de los directores más sensibles y agudos que dio la factoría clásica de Hollywood. Si nos trasladamos a los años de la Gran Depresión la primera versión de esta historia representó una crítica enérgica a la cultura de la hipocresía y del oportunismo que se gestaba con el star system.
Un drama que nunca apela al conflicto shakesperiano donde la competencia, la traición y los celos se presentan como agentes inevitables de los dilemas humanos. Jackson Maine, un músico country exitoso, en curva descendiente debido a sus adicciones, conoce circunstancialmente a una joven ignota pero increíblemente talentosa, el amor por la música los aproxima y Maine elige ser generosamente promotor de su meteórica carrera. A medida que avanza la trama, el ocaso de Maine se precipita de manera inversamente proporcional a la popularidad que ella comienza a saborear. Pero no es el vínculo amoroso, que honestamente los une, la razón del drama. Por el contrario, el afecto, el reconocimiento y la preocupación que se prodigan es el recodo auténtico (aunque efímero) donde ampararse. Jack es un náufrago que desea no serlo pero sus intenciones dan de bruces con sus propias fragilidades y con el entorno inescrupuloso y mezquino que rodea a la fama.
Cooper supo hacer uso de un hálito clásico compaginándolo a su original y sensible visión, el resultado: una atmósfera potente pero reposada, alejada lo suficiente de la emotividad barroca propia de cierto melodrama y logrando especialmente en las interpretaciones una solidez inusitada. Sin exageraciones ni romantización de la fatalidad.
Lady Gaga, si bien novata en el terreno lejos está de representar a la cantante que actúa; la joven Ally que encarna es tan delicadamente conmovedora como Judy Garland –en la segunda versión- lo supo ser en su Vicky Lester.
Historia que durante más de 80 años se fue moldeando en las manos de grandes guionistas, directores y actores que la han recreado de acuerdo a sus estilos narrativos y a la época: el mencionado Wellman, George Cuckor, Dorothy Parker, Joan Didion, Janet Gaynor, Fredric March, la Streisand y Kristofferson y felizmente ahora podemos incluir a Bradley Cooper acompañado por una notable Lady Gaga.
Candela
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