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Críticas de Anibal Ricci
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Críticas 354
Críticas ordenadas por utilidad
7
16 de junio de 2013
27 de 34 usuarios han encontrado esta crítica útil
“Una buena muerte es su propia recompensa” suena esotérico, y una gran aspiración de todos los seres humanos, entidades que caminamos por esta vida conviviendo con una certeza ineludible: la muerte nos alcanzará tarde o temprano. Pero esa línea en la boca de Faora, mano derecha del general Zod, suena un poco vacía debido a que nos hace recordar a los indestructibles “terminators", que sólo existen para hartar la paciencia de nuestros héroes. Zod en cambio, aunque villano de los antiguos, con una maldad sin límites, sostiene profundas convicciones que lo justifican y denotan la mano del productor Christopher Nolan.

En “The Dark Knight Rises” el telón de fondo es cierta oscuridad subyacente que lleva a Batman a mantener engañada a Ciudad Gótica sobre su verdadera identidad y propósitos. El héroe no confía en los seres humanos como tampoco en sí mismo como modelo a seguir. Bane, el villano de turno, busca el quiebre de las estructuras sociales a través del odio y el resentimiento. Psicológicamente, héroe y villano están bien dibujados desde su concepción. La violencia surge como una respuesta casi natural de ambos bandos y no aparece excesiva ante nuestros ojos.

En cambio, el Superman de Sack Snyder, no parece justificar toda la destrucción y violencia desplegada en la pantalla, con imágenes muchas veces excesivas aunque convincentes desde el punto de vista tecnológico. El síndrome de las Torres Gemelas vuelve a aparecer en esta película de superhéroe y la impotencia ante la destrucción de la ciudad es bien contextualizada dentro del entorno fantástico.

Si bien relatar el origen de Superman, enfocándose esta vez en su infancia, no es nada novedoso, si lo es mostrar al héroe con una visión férrea y adulta desde niño, un ser superior, proveniente de otro planeta, con una moral que destaca del abanico de superhéroes.

Estos flashbacks ayudan a descansar nuestras retinas de tanta imagen vertiginosa que nos propone el director, pero lo hace de una manera sensiblera a la usanza de películas como “Armageddon” (1998) de Michael Bay. No cuaja del todo esa mezcla de violencia extrema con esas instantáneas Kodak dándonos a entender la supuesta perfección del sueño americano. Es demasiado artificial y a ratos, hace lucir a la película como un proyecto propagandístico que le hubiera gustado plasmar al propio Joseph Goebbels.

Este Superman no es el héroe que tenga que esconderse, se pasea por entre los soldados como un verdadero prodigio y será admirado por todo el mundo luego de salir del capullo de 33 años.

Para explicarlo recurriré a “Kill Bill” (2004) de Quentin Tarantino: “Uno de los elementos principales de la mitología del superhéroe es que hay un superhéroe y hay un alter ego. Batman es en realidad Bruce Wayne, Spiderman es en realidad Peter Parker… Tienen que ponerse un disfraz para convertirse... Y es ahí, en esa característica, donde Superman es único. Supermán no se convirtió en Superman… Cuando Superman se levanta por la mañana, él es Superman. Su alter ego es Clark Kent… Las gafas y el traje de negocios es el disfraz que Superman lleva para integrarse entre nosotros. Clark Kent es tal como Superman nos ve a nosotros… Clark Kent es la crítica de Superman a toda la raza humana”.

Es en este aspecto que Sack Snyder cumple, y de manera notable: Superman se nos aparece como el superhéroe entre superhéroes, no tiene que demostrarle nada a nadie, simplemente representa a un semidiós que protege a la raza humana de sus amenazas y debilidades.
Será un poco infantil esta demostración de poder, pero luego de ver su despliegue de fuerzas ante villanos realmente poderosos, no nos cabe duda de que Superman haría desaparecer a Batman con una sola mirada.
Anibal Ricci
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9
10 de junio de 2016
46 de 73 usuarios han encontrado esta crítica útil
Este director recurre a elementos conocidos para generar terror: planos secuencia, imágenes sorpresivas, música que anticipa la aparición de espectros, donde el sonido o ausencia de él son muy bien utilizados. Es la segunda vez que recurre a hechos basados en la vida real, y también la segunda vez que entrelaza amenazas que recaen sobre los demonólogos con las que merodean a otra familia, en este caso proveniente de Londres.

“El Expediente Warren” (El Conjuro 1; 2013) abordó los personajes con respeto (siempre con una historia detrás) y, a diferencia de la segunda entrega, no abusaba de los guiños del género (sustos inesperados), exponiendo a fuego lento el origen de maldad que oscurecía la vida de la familia Perron (Rhode Island). El Conjuro 1 nos deleitaba con un terror clásico, emparentado con películas como “El Exorcista” (1973), donde lo sugerido era más escalofriante que lo expuesto visualmente.

En cambio, “El Conjuro 2: El Caso Enfield” nos desborda con sustos (nunca gratuitos), aunque constituye una mixtura de géneros con fantasmas, objetos poseídos y entes demoníacos, todos antagónicos a las dos familias expuestas. Esta vez, Wan incorpora el uso de grúas (ingreso a cuartos laberínticos), steadycam (opción de primera persona objeto de terror) y muchos planos generales a un vecindario estático y carente de vida citadina. La continuidad entre las diferentes fuerzas oscuras (vertiginosas escenas) está muy bien resuelta y no deja en paz al espectador hasta finalizados los 133 minutos. Sin duda, este director malayo es el mejor exponente del actual cine de terror, aportando interesantes planos secuencia y un acertadísimo uso del sonido.
Anibal Ricci
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8
2 de octubre de 2019
33 de 47 usuarios han encontrado esta crítica útil
Primera escena, el director nos muestra a la protagonista portando un lanzallamas. Enfocada enigmáticamente, contrastando su silueta a una noche improbable. ¿Será una extremista? ¿Una justiciera? Pablo Larraín nos impone su personaje ficticio, acaso utilizando el lanzallamas como metáfora de la personalidad de Ema. La película nos irá envolviendo en un viaje sensorial y al avanzar el metraje nos vamos dando cuenta de que más que una metáfora, el sentido del lanzallamas es más literal. Ema tiene fuego en las venas y la magnífica interpretación de Mariana Di Girolamo nos acompañará durante cien minutos de recorrido.

Larraín logra darle un relato coherente a la pulsión del día a día enfrentado con desenfreno. No explica a los personajes (más bien oscuros) pero intuye que sus intenciones son válidas.

En 2018, Gaspar Noé nos invitó a un baile distinto, de anécdota absurda. Perseguía que la sensualidad de unos movimientos nos llevara a vulnerar los límites. Seductoras imágenes, pero ahí donde Noé hacía convulsionar entre verdaderos zombis, Larraín nos encierra en un viaje perturbador, donde rescata el alma de los personajes que orbitan en la periferia de la sociedad.

Si no observamos la película con apertura, las decisiones de Ema nos parecerán grotescas y el personaje del hijo adoptado (casi no emite palabra) nos mirará con ojos de reproche por permitir que Ema lo haya involucrado en esta familia demencial.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Anibal Ricci
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8
10 de septiembre de 2016
32 de 45 usuarios han encontrado esta crítica útil
“Dios no existe”, dice el villano de este thriller dirigido por el director uruguayo. Por ende, todo está permitido para este ciego que, dentro de su casa, en la oscuridad, es un dios implacable, acaso un demonio, pero que en la cinta puede también interpretar el papel de víctima. El barrio se muestra desértico, la casa está aparentemente habitada sólo por el ciego, sin sonidos, tampoco hay luz, quizás la única brizna de esperanza es una mariquita, único ser que puede extender sus alas y dejar todo atrás. El resto de los personajes están atrapados por ambientes familiares miserables, cada uno bien definido, una especie de triángulo amoroso que es imposible que se encienda en medio del ambiente opresor que nos propone Fede Álvarez. Las reglas de la casa no las ponen los ladrones, sino este dios ciego, para el cual todo tiene una lógica retorcida. El director es cómplice de este demonio y utiliza las claves del cine de terror para crear tensión en el espectador, por ende, la banda sonora es crucial y está muy bien utilizada. Todo es posible también para el director: jugar con los géneros, adentrarnos al silencio, la oscuridad, mantener a la policía en “off”, lo único importante es el destino de las víctimas y los victimarios que, a cada giro del guion, van intercambiando los roles. La violencia de los ladrones es explícita, en cambio, el ciego incorpora violencia psicológica muy bien hilvanada. Su fuero interno es aún más oscuro que la propia casa. El director es hábil para intercambiar puntos de vista, tomando de referencia el momento en que cada uno de los personajes interpreta su papel de víctima. Apenas mutan sus personalidades pasa el testimonio, para que luego de varias vueltas de tuerca, tanto víctima como victimario salgan libres de polvo y paja. Aquí no hay dios ni culpa.
Anibal Ricci
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7
10 de mayo de 2016
26 de 33 usuarios han encontrado esta crítica útil
Cinta argentina bajo el manto de un thriller policial. Un paralítico vive la precariedad de su existencia hasta que ésta es interrumpida por la llegada de nuevos inquilinos. Le aportan fuerza vital y un hecho fortuito lo hace interesarse en la vida exterior. Un túnel pasa por debajo de su casa y a través de él se perpetrará un robo. La historia no tiene nada extraordinario, pero el acertado montaje mantiene un suspenso que va creciendo conforme avanza el metraje. Genera una atmósfera distinta a la del cine estadounidense, situando al túnel como metáfora de búsquedas personales. La profundidad de los personajes está dosificada y las relaciones entre éstos plenamente justificadas. Hay algo de patetismo, muy latinoamericano, y el desenlace se aparta del clisé. Las dos horas se disfrutan plenamente.
Anibal Ricci
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