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Voto de Anibal Ricci:
8
Thriller. Terror Unos jóvenes ladrones creen haber encontrado la oportunidad de cometer el robo perfecto. Su objetivo será un ciego solitario, poseedor de miles de dólares ocultos. Pero tan pronto como entran en su casa serán conscientes de su error, pues se encontrarán atrapados y luchando por sobrevivir contra un psicópata con sus propios y temibles secretos. (FILMAFFINITY)
10 de septiembre de 2016
32 de 45 usuarios han encontrado esta crítica útil
“Dios no existe”, dice el villano de este thriller dirigido por el director uruguayo. Por ende, todo está permitido para este ciego que, dentro de su casa, en la oscuridad, es un dios implacable, acaso un demonio, pero que en la cinta puede también interpretar el papel de víctima. El barrio se muestra desértico, la casa está aparentemente habitada sólo por el ciego, sin sonidos, tampoco hay luz, quizás la única brizna de esperanza es una mariquita, único ser que puede extender sus alas y dejar todo atrás. El resto de los personajes están atrapados por ambientes familiares miserables, cada uno bien definido, una especie de triángulo amoroso que es imposible que se encienda en medio del ambiente opresor que nos propone Fede Álvarez. Las reglas de la casa no las ponen los ladrones, sino este dios ciego, para el cual todo tiene una lógica retorcida. El director es cómplice de este demonio y utiliza las claves del cine de terror para crear tensión en el espectador, por ende, la banda sonora es crucial y está muy bien utilizada. Todo es posible también para el director: jugar con los géneros, adentrarnos al silencio, la oscuridad, mantener a la policía en “off”, lo único importante es el destino de las víctimas y los victimarios que, a cada giro del guion, van intercambiando los roles. La violencia de los ladrones es explícita, en cambio, el ciego incorpora violencia psicológica muy bien hilvanada. Su fuero interno es aún más oscuro que la propia casa. El director es hábil para intercambiar puntos de vista, tomando de referencia el momento en que cada uno de los personajes interpreta su papel de víctima. Apenas mutan sus personalidades pasa el testimonio, para que luego de varias vueltas de tuerca, tanto víctima como victimario salgan libres de polvo y paja. Aquí no hay dios ni culpa.
Anibal Ricci
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