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España España · Móstoles
Críticas de lyncheano
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Críticas 44
Críticas ordenadas por utilidad
6
29 de noviembre de 2007
73 de 90 usuarios han encontrado esta crítica útil
Eli Roth concibe su película como una extraña suerte de ejercicio deportivo liberador de toxinas, tan próximo en su lúdica razón de ser a la trama de la propia cinta, que asusta. Quiero decir que los personajes que presenta, droga, hace follar y ser follados, descuartizar y ser descuartizados, son meros clichés cuya personalidad aparece en todo momento subyugada a un montón de tontas etiquetas que, por otro lado, resultan necesarias para que podamos divertirnos con la película sin tomárnosla demasiado en serio (algo que sería, además de un error, una verdadera pérdida de tiempo). Pero son estereotipos con carne. Y la carne se puede ver y tocar, ser fuente y receptor de placer orgásmico, colmar nuestras ansias de estética apolínea, ser cortada y mutilada, vejada, acribillada, desprendida de su soporte espiritual y puesta en plato de fría (o caliente) venganza. Durante más de la mitad de la cinta asistimos a una búsqueda de sexo y emociones carnales varias por parte de tres tipos más tontos y simplones que mis gónadas, amparados en la legitimidad que les otorga un montón de pasta gansa y el carnet de ciudadanía norteamericana (aunque uno de ellos es un salido islandés que lo mismo se tiraría a su hermana que a su propia madre). La trama evoluciona hasta la ya famosa y sobrevalorada vorágine de casquería en la que destacan un par de escenas especialmente potativas que, en última instancia, parecen ser la única y -como decía antes, méramente lúdica- intención y razón de ser del film. Roth presenta una Europa medieval en la que, más allá de Holanda, las ciudades son poco más que idílicos parajes de insólita belleza mafiosamente gobernados por tétricas pandillas callejeras de niños pequeños, donde esperan un buen puñado de morochas dispuestas a frotarse y dejarse frotar, para después hacer negocio con tus mollejas a cambio de dinero y una especie de oscuro deleite consistente en ver sufrir y descuartizar a seres humanos como si de animales de caza mayor se tratara.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
lyncheano
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8
6 de septiembre de 2007
64 de 79 usuarios han encontrado esta crítica útil
Lejos de los bodrios peludos, lacios y cacareantes que surgieron a raíz de Ringu y explotaron el estilismo de Ju-on hasta llevar eso que se conoce como terror japonés (o asiático en general) a la repetición extenuante y a los pies de Hollywood para fabricar inútiles remakes americanos, Dos Hermanas recupera la magia de sus predecesoras (pues toma los elementos más interesantes de ellas) a la vez que logra mantener un tono y unas formas estéticas y argumentales más próximas a ''El Sexto Sentido'' o a ''Los Otros'' que al grueso de filmes de su calaña. Y es que esta no es una película de terror convencional, pues el argumento (quebrado, subjetivo, confuso, onírico...) se antepone a los sustos y a la tensión (insoportable en algunas fases) creando en el espectador un estado anímico de inquietud psíquica e indudable malestar. Para crear esa situación no basta con asustar y provocar que nos pongamos las manos delante de los ojos para atisbar a través de ellas, sino que hay que estructurar (preferiblemente de esta forma anarrativa y compleja) una historia que se meta en nuestro subconsciente y nos cale el alma con algo tan visceral, irracional y noble como es el amor fraternal.
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lyncheano
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7
6 de septiembre de 2007
53 de 58 usuarios han encontrado esta crítica útil
Ken Loach no hace películas, sino que plasma retazos de realidad con todo lo que ello implica: polémica por los asuntos que trata, crudeza en su tratamiento, irresolución de los mismos, ausencia de finales felices así como de efectos o elementos artificiosos que pudieran desvirtuar su planteamiento, siempre preocupado por temas políticos y sociales que atañen la actualidad y la historia del pueblo británico, pecando casi siempre de didacta por ello. Aunque esta forma de hacer cine no sea mi predilecta, lo cierto es que cuando se hace con acierto y compromiso resulta ser de lo más interesante y paradójicamente cinematográfico que pueda haber. Con ''Agenda Oculta'', Loach vuelve a tratar el conflicto entre Irlanda del Norte y el Reino Unido, esta vez centrándose directamente en la banda terrorista IRA y en la oposición militar y política a la que estos se enfrentaban diariamente (no olvidemos que la película fue filmada en pleno conflicto, mucho antes del desarme de los terroristas). No obstante, el director no adopta una postura dócil, nada más lejos de la realidad, pues borra los límites entre lo que es terrorismo y lo que no lo es, legitimando en parte la base ideológica del IRA e insinuando que el verdadero terrorismo es el gubernamental (grupos militares que asesinan sin piedad, velando por los intereses de un gobierno corrupto cuya camarilla de partido se cree legitimada para decidir qué es lo que le conviene al país y qué no), así como la tergiversación informativa a la que es sometido el pueblo británico, que jamás podrá conocer toda la verdad sobre el conflicto, tan sólo lo que se les quiera contar desde las más altas cúpulas del poder. Y es aquí donde aparece el mayor dilema que plantea la cinta: una vez que se conoce el hecho de que no se les está contando toda la verdad, de que el terrorismo es un recurso que están utilizando ambos bandos, con la diferencia de que uno de esos bandos está basado en la legalidad del gobierno (que no legitimado por ello), ¿qué deben hacer entonces aquellos defensores de las libertades del pueblo y de la democracia? La cuestión es difícil, y Loach la resuelve con maestría: esto es, dejándola sin resolver, para que pensemos en ello, para que afrontemos nuestro papel en la decisión de qué rumbo tomar.
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lyncheano
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10
3 de octubre de 2007
57 de 67 usuarios han encontrado esta crítica útil
La primera de la serie de tres obras que Kieslowski dedicó a la bandera francesa sienta las bases de lo que este gran artesano entiende por cine, y deja al espectador avisado de sus propósitos reales, bastante alejados de lo que pudiéramos entender como el significado simbólico y simplista de ese primer color de la bandera francesa: el azul, la libertad. Y es que el concepto de libertad que nos propone queda enmarcado en un contexto inverosímil para su apreciación tal y como estuviéramos dispuestos a comprender en un principio, quedando así subyugada desde el principio la temática de esta cinta a la abrumadora sensibilidad de su creador. Sensibilidad, que no sensiblería, nada más alejado de la realidad, pues Kieslowski impregna su obra de un odio sentimental corrosivo y desgarrador, haciendo que compartamos con Juliette Binoche su divorcio con la vida, odiando a Dios por haberla desarraigado así de todo cuanto amaba. El proceso es más complejo, tortuoso y doloroso de lo que pudiera contar con palabras, y Kieslowski lo compone como un maestro, basándose en una bellísima fotografía de constantes tonos azulados, en una impresionante banda sonora que se te mete dentro de los huesos, en un inteligente ahorro argumental y sobre todo en la más que soberbia actuación de Juliette, que con su rostro es capaz de traducir lo que siente en cada momento de mejor manera que si tuviera la oportunidad de hacerlo con palabras u otros recursos más artificiales (esto es, en definitiva, el puro cine de inteligencia emocional). La película, además, no carece de simbolismo (la piscina solitaria a la que Binoche va a nadar, metáfora de aquel rincón de su alma en el que jamás dejará pasar a nadie, pero que rebosa de vida cuando ella acaba necesitándolo); ni romance, entendido este como el destino más prudente para encontrar una balsa en medio de toda esa angustia existencial que desborda la pantalla en cada fotograma.
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lyncheano
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10
14 de febrero de 2008
57 de 70 usuarios han encontrado esta crítica útil
Las obras maestras son, por definición, esas películas de las que uno se siente algo ridículo cuando intenta hablar de ellas, pues prevalece la incapacidad de transmitir con simples palabras todo lo que representan, significan y nos hacen sentir. La primera vez que la vi, estaba preparado para disfrutar de una obra de Lynch nada lynchiana, la menos personal de sus películas. Sin embargo, una vez terminaron los títulos de crédito, llegué a la conclusión (indiscutible, por otro lado) de que alguien que sentía la necesidad de plasmar en imágenes una historia como esta, es porque sin duda la tiene muy dentro de sí mismo, y por tanto la obra en cuestión adquiere de inmediato carácter único y personal, algo que en manos de David supone ser una de las películas más B O N I T A S de la historia del cine. Una obra íntima, personal y universal, porque... ¿qué hay más universal e íntimo en este mundo que el amor fraternal y el análisis personal de toda una vida en un momento dado de la vejez? La historia parte de una simple premisa: un anciano que decide recorrer más de 500 kilómetros con su cortadora de césped John Deere para volver a ver a su hermano con el que hacía diez años que no se hablaba. Simple, enternecedor, adorablemente ingenuo si se prefiere. Pero a medida que vamos entrando en la película, nos vamos dando cuenta de la complejidad de todo este asunto. Complejo como la vida misma, como el corazón humano, porque esta es sin duda la película más bella y directa de David Lynch, hablando, podríamos decir, según el estereotipo clásico de belleza en cuanto a su profundidad visual, sonora y argumental se refieren. Nos dejamos mecer en la melancólica melodía de Badalamenti mientras contemplamos los vastos maizales de Iowa, recorremos la América más profunda e idiosincrásica de la mano de una cálida fotografía que casi parece esbozar lienzos sobre la pantalla, conocemos a todo tipo de personajes que representan el amplio abanico personal de ese país, pero al mismo tiempo descubrimos y nos enfrentamos a la esencia humana que todos llevamos dentro, y es ahí donde la cinta adquiere su sentido completo y universal. Desde la autoestopista embarazada hasta el buen hombre que acoje a Straight, desde el padre en el cementerio hasta el viejo con sus terribles historias de guerra. Todo está envuelto en un aura de reflexión y dulce melancolía, sensaciones tan poderosas que sin duda la cinta merece. Y sin embargo, cuando menos nos lo esperamos, aparece una desesperada mujer que cada vez que se echa a la carretera acaba atropellando a un ciervo. La escena culmina con un extraño plano en el que podemos ver a unos cuantos de estos animales observando a Straight... sin duda son de mentira, de plástico diría yo, y el efecto es tan chocante y maravilloso que los que amamos a este cineasta no podemos por menos que darle nuestra bendición, y los que no le conocen, pasarlo por alto casi inconsciéntemente.
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lyncheano
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