Al final de su carrera, Yul Bynner, participó en algunas películas de bajo presupuesto y con mero interés comercial, y he aquí que una de ellas, en concreto “Almas de metal” (Westworld, Mundo del oeste, en su título original), se convertiría en una obra de culto en la ciencia ficción. En mi opinión esta calificación no es siempre garantía de buen cine, y éste es uno de esos casos; aunque es de justicia reconocerle su originalidad, su sorpresa inicial. La sorpresa de hallar un parque de atracciones para adultos en el que desinhibirse de los bajos instintos. Pero esto se aguanta sólo durante media hora, y una vez desatados los acontecimientos su relato sólo sigue interesándonos durante un rato más, perdiéndose en, la mitad restante, buscando sorprendernos con un final que nunca encuentra.

Se la nota su bajo presupuesto sobre todo en unos elementales efectos especiales, y en los parcos decorados, situación que resuelve; con sencillez y falta de pretensiones.

Película para mitómanos talluditos, entre los que me hallo, e interesante para que la echen un vistazo, a quienes les gustase la serie Westworld (año 2016), cuya primer temporada, yo al menos, hallé interesante. Éstos, cuando sean jóvenes, seguramente les decepcionará pero al menos sabrán que no hay nada nuevo bajo el sol, y que la mayoría de las veces, en el mejor de los casos, sólo mejoramos lo que ya fue inventado; en el caso de la narrativa, el teatro y el cine; seguramente desde las tragedias griegas sus obras no han hecho más que repetirse.

Le otorgo un siete, pese a sus deficiencias ya mencionadas, en honor al grato recuerdo que de ella tengo, y de la impresión que me produjo a una tierna edad, algo, que marcó hacia ella una subjetividad de la que no puedo, ni quiero, prescindir; pero sí de la que creí correcto avisar.

Mi intención al escribir esta reseña no es la de comentar esta película, aunque lo haré brevemente por exigencias del guion -pues, lógicamente, es lo que se nos pide-, sino la de referirles mi experiencia en una sala de cine, tras... muchos, muchos, años... Sin acudir a una.

Bien; respecto al film en sí, no diré que me defraudó, porque sabía perfectamente lo que había ido a ver; una cinta sin un relato coherente, ni conexo. Con personajes anodinos, sin personalidad ni carácter (en "Tiburón" hasta el muñeco destilaba cien veces más carisma). En fin, un autentico bodrio (con perdón). Ni siquiera hallé una brizna de magia estelar en Jason Statham; el último de los tipos duros...

..Y aunque éste, y cierta esperanza de hallar cierto espectáculo visual, influyeron a moverme hasta un cine. No fueron, en realidad, los verdaderos motivos por los que a éste acudiera. Tales motivos los referiré a partir del siguiente párrafo.

Creo que la última peli que vi en un cine fue "Tesis" (Alejandro Amenábar, 1996), y fue ya en un multicine (creo que, ya por entonces, no quedaba en Madrid ninguna gran sala). Y a pesar de que aquella película me agradó bastante, ya quedé decepcionado con la claustrofóbica y minimalista sala en que se proyectaba... Siendo ésta, sin duda, una de las principales razones que me alejaran de la pantalla grande.

Pues bien; siendo yo hijo natural de Madrid, con arraigo y ancestros. De barriada humilde pero castiza, concretamente de Lavapiés. La época del año en que más me gusta vivir en mi ciudad, a pesar del insufrible calor, las moscas y los turistas despistados, es el mes de agosto. Cuando las calles duermen en una siesta sosegada, en la que se puede aparcar, circular o sacar entradas para el cine sin hacer cola, acudir a salas semivacías donde poder cambiarse de butaca o fila si hallas vecinos molestos (ruidosos masticadores de palomitas o sorbedores de refresco, por ejemplo). Y éstas razones, más el fresquito de la buena refrigeración que desde remotos tiempos acompaña a las salas de proyecciones, son las por lo que siempre me gustó el tiempo de estío para ir al cine; a pesar de lo flojo de las carteleras, al menos en Madrid...

..Y en éste, después de muchos veranos, me decidí a volver al cine, haciéndolo con esta cinta, "Megalodón 2: La fosa". Pues lamentablemente he de decir que mi experiencia fue decepcionante, y no porque la película fuese mala, eso ya lo sabía. Ni porque la temperatura no fuese tan fría como la recordaba, pues era suficientemente fresca. O porque no me hallase cómodo en la sala, todo lo contrario; una estancia muy agradable con un aforo menor al veinte por ciento. Lo que me defraudó, fueron el sonido y las texturas de las imágenes (estas últimas no sé si son atribuibles a la sala o la cinta). Lo cierto es que el sonido en vez de envolvente fue estridente, ensordecedor y seguramente ilegal en el número de decibelios; al menos para cualquier otra actividad. Verdaderamente se hace desagradable. Hubo un tiempo en que era una gozada escuchar una película en una de aquellas enormes salas de la Gran Vía; aun cuando fuese encima, en donde las entradas baratas, en el gallinero. En cuanto a la imagen, la hallé nebulosa y algo difusa. Y no puede ni reencontrar aquella añorada luz que salía de la parte alta de atrás de la sala cortando las estelas de polvo que ésta encerraba en la impune oscuridad, ni aquellos destellos anunciando el cambio de rollo... Todo por una emisión digital, en la que no hallé una calidad excepcional. En definitiva, que no volveré al cine hasta que no echen una cinta que valga realmente la pena, o repongan algún viejo clásico...

Y para que cada palo aguante su vela, diré: que la sala a la que acudí fue dentro de los cines Parque Sur de Leganés (Madrid).

Una excelente adaptación de la novela de Frederick Forsyth, “El día del chacal”, es lo que nos depara, esta coproducción franco-británica, donde, con un relato fascinante, entre el misterio y el thriller, se nos desvelan, los entresijos, de una conspiración, para asesinar a de Gaulle –presidente, entonces, de la V República francesa–, a cargo de la OAS –una organización terrorista de extrema derecha, formada por exmilitares y repatriados de Argelia, tras la independencia de ésta– a quien consideraban un traidor. Nos muestra, los hábiles métodos, de un asesino profesional, altamente cualificado. Nos habla del cómo se la gastaba, "la Sécurité", en Francia y fuera de ella, con los enemigos del Estado, a través de los llamados, grupos de acción. Y nos ilumina, la trama, a través de una fascinante investigación policial, llevada a cabo por un anodino inspector y su ayudante, desde un oscuro buró policial...

Una película de gran frialdad, sin tiempo para el sentimentalismo ni a consideraciones morales o de cualquier otra índole. Aquí se trata de los hechos, y solamente los hechos. Y aunque el primer atentado contra el carismático presidente de la República francesa, fue real, el resto de la historia es pura ficción… ¿O no…?

Bajo la excelente realización, del eficaz y galardonado, Fred Zinnemann, se mueve, un numeroso elenco, entre el que destacan sus dos protagonistas; el muy británico, Edward Fox, que da, el perfecto semblante, de un asesino frío y profesional (sin motivos personales), y el, también, muy francés, Michael Lonsdale, con el aspecto, perfecto, de probo funcionario.

Veremos, un film, de una década, donde se rodaron fabulosos thrillers. De un tiempo, en que la narrativa cinematográfica, en el cine de acción, era ágil, directa, sin complicaciones ni diatribas morales. Algo muy distinto del remake, protagonizado por Bruce Willis y Richard Gere, de los noventa. Versión bastante inferior a la original (la aquí reseñada).

Magnífico thriller con un reparto principal ya algo talludito, exceptuando a un aún "cara niño" Martin Sheen, en el que a un inicio rutilante y amenazador le sigue un desarrollo claustrofóbico, intrigante y a veces angustioso para desvanecerse algo hacia al final...

Tras el asalto a un centro de investigación de enfermedades peligrosas, un grupo terrorista se hace con una plaga mortal. Ésta será trasladada a bordo de un tren de pasajeros que recorre Alemania. Y los propios pasajeros, encabezados por un médico (Richard Harris) y la exmujer de éste (Sophia Loren), deberán ocuparse por ellos mismo del problema antes de que el convoy alcance el puente de Cassandra… Si quieren sobrevivir.

Muy buena peli de acción muy al estilo de los setenta, muy condicionada por la guerra fría, algo habitual en esa época, en este tipo de cine y sobre todo en el género de espionaje, donde se podría decir que creó su propio subgénero.

Una película que siendo niño, recuerdo me aterró, pero a la que el paso del tiempo, al menos a mis ojos, convirtió su miedo sólo en un terror, algo naif, pero que siempre mantendrá en mi memoria, un aterrador grito de auxilio en su final...

Pongámonos en antecedentes, para el año cincuenta y ocho, es una terrorífica película que hasta a los más recalcitrantes espectadores del misterio, "tipos duros" curtidos en la mejor serie B, erizaba los cabellos y dejaba boquiabiertos en su butaca. Una película que tenía como reclamo a una de las principales estrellas, por entonces, del género de terror, Vicent Price.

Evidentemente hablar hoy en día de unos magníficos efectos especiales puede sonar sardónico, pero en su día sí lo fueron.

La película comienza, aproximadamente por la mitad, el cadáver terriblemente mutilado de un científico, aparece totalmente irreconocible, pues de cintura para arriba y en su extremidad superior derecha, ha sido aplastado por una prensa para metales, en la fábrica familiar, además ésta fue accionada por dos veces, por lo que se descarta el suicidio, recayendo toda la culpa en su esposa, ya que fue sorprendida por el guarda, huyendo del escenario. Ésta se niega a dar explicaciones, mientras empeña a su hijo y a la cocinera de la casa, en buscar una mosca con una cabeza singularmente blanca. Ante la insistencia de su cuñado, termina por explicarse, contando una estremecedora historia, sobre un experimento que estaba realizando su marido, y que en un terrible accidente, le transformó en un horrible monstruo con cabeza y brazo de mosca gigante...

Creo que el argumento resulta lo suficientemente interesante como para echarle un vistazo, pese al paso del tiempo.