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España España · Madrid
Críticas de Servadac
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Críticas 359
Críticas ordenadas por utilidad
6
18 de abril de 2008
236 de 399 usuarios han encontrado esta crítica útil
1. Te amarás sobre todas las cosas.
2. No pronunciarás el nombre de Marx en vano.
3. Santificarás las berzas de Eva Green.
4. Cobrarás los cheques de papá.
5. Mearás Château Lafitte.
6. No sabrás lo que es limpiar.
7. Achicharrarás los guisos.
8. No sospecharás lo que es una neurona.
9. No consentirás vivir con el trabajo de tus manos.
10. Circularás por la izquierda en las manifas.

París, 'Mao' de 1968.
Servadac
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8
16 de julio de 2008
91 de 109 usuarios han encontrado esta crítica útil
El cine se entreteje misteriosamente con los hilos que gobiernan nuestras vidas.

Yo tenía una novia y nuestra relación estaba agonizando. Fuimos a ver una película de José Luis Cuerda: La marrana. Con semejante título la cosa no podía acabar bien. Al salir del cine, dimos por concluida, para siempre, nuestra afinidad. Y cada uno por su lado.

===

Al cabo de unos meses, me presentaron a la madre de mis hijos. Quedamos para ver Las mejores intenciones, de Bille August, discípulo de Bergman.

Ingmar Bergman no quiso rodar la vida de sus propios padres. Redactó el guión y se hizo a un lado. Con gesto sobrio –la procesión iba por dentro– cedió la dirección a Bille August. El alumno supo merecer la confianza del maestro.

Minicine o microcine o cine infinitesimal. Butacas rojas y sala diminuta. Ahí estábamos los dos mirando la pantalla, mirándonos al bies, como si la proyección se hiciera en varios planos: interno y exterior. Mientras los padres de Ingmar Bergman se despellejaban, yo buscaba alguna frase de película que me ayudara a declararme.

- ¿Quieres pasar el resto de tus días a mi lado?
- No.

Después de tanto tiempo, aún seguimos juntos.

===

O sea que acabé con La marrana... y comencé con Las mejores intenciones.
Servadac
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7
15 de junio de 2006
89 de 106 usuarios han encontrado esta crítica útil
Ernst Lubitsch: cáustico y elegante; Greta Garbo: virtuosa y elegante; Melvyn Douglas: simpático y elegante (un dandy en blanco y negro). Lubitsch se mueve como pez en el champagne por las interminables estancias del hotel más chic de Paris. Mais oui! Y la Garbo, cuando ríe, parece... ¡una comadreja!, de labios finísimos y dientes afilados; pero, cuando llega la hora de los primeros planos -los ojos, la mirada chispeante, contenida-, se para el tiempo. Su rostro posee tal intensidad que obliga a rendirse a lo evidente: existe el absoluto en la belleza. Cuando la Garbo habla por teléfono, hay alguien al otro lado; cuando la Garbo camina, lo hace sobre pétalos de rosa. Y cuando Lubitsch dirige, sentimos el bouquet del movimiento, ay. ¡La escena de la farola, en medio del tráfico, en la que se conocen-desconocen los protagonistas! ¡Los movimientos de cámara dentro de la suite royale! ¡El colorido blanco y negro! El fondo político no pasará a la historia de la sutileza, pero tiene chispazos de gracia. Una buena comedia en forma de templo, con su diosa bien plantada en medio de la escena, subida a un pedestal de terciopelo. ¡Qué bien!
Servadac
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8
1 de diciembre de 2009
116 de 161 usuarios han encontrado esta crítica útil
Miro mi reloj, las cinco menos cuarto. Compro una entrada. Queda más de una hora para que empiece la película. Entro en el bar, me tomo una cerveza sin alcohol. Menuda purga. Hojeo el viaje séptimo de los diarios estelares de Ijon Tichy. Stanislaw Lem es deslumbrante. Nadie juega con el tiempo como él en su libro Diarios de las estrellas.

Seis y diez. La sala se oscurece. Conviene estar atento. Dos tipos con corbata experimentan. Hablan de sus cosas. Su jerga me complace. Observan resultados sorprendentes: gravedad, desplazamientos milagrosos, aceleración de procesos vegetales… Hacen ciencia.

Anomalía. Sucede lo imposible. Las paradojas temporales desbordan a los personajes y al espectador. No pueden suceder. Se basan en un puro disparate: mientras el tiempo del mundo circula para atrás, un individuo concreto sigue viviendo hacia delante (acumula recuerdos y vivencias). Es fácil concebir un universo que avanza y retrocede, el latido cósmico perpetuo (big-bang, big-crash; big-bang, big-crash…) del que hablan los físicos teóricos. Se vive y se desvive eternamente. Pero esto no.

Somos en el tiempo. Nos agrada la idea de un dios intemporal. Salirse del tiempo y recorrerlo a nuestro antojo. Sencillamente, no es posible. Si el tiempo fuera reversible, nos revertiríamos con él. Igual que en la moviola. Todo hacia delante o hacia atrás. En consonancia. Nunca un fragmento que circule en sentido contrario a la totalidad. Si el Todo nos contiene no podemos estar fuera del Todo. Hasta un niño lo comprendería.

El cine te lo pone delante de los ojos. La paradoja. La ves. Es fascinante. No es posible. No puede suceder. Pero la ves. Ahí está, delante de tus ojos. Son sólo sombras en un lienzo. Estoy en mi butaca y sé que nada de lo que estoy viendo proyectado es realidad.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Servadac
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8
23 de marzo de 2010
91 de 111 usuarios han encontrado esta crítica útil
Picnic en Hanging Rock es un paseo en verso fascinante. Tiene el color de Barry Lyndon –ambas cintas son del mismo año–. Su sonido prefigura a David Lynch. Avanza por el cauce del adagio del concierto ‘Emperador’. Más que atmosférica es atmósfera. Es cálida, morbosa, sencilla e inquietante.

Detiene el tiempo.

Es cine con temperatura. Cine de pocos elementos bien cuidados. Un hermoso lugar para perderse, soñar, tal vez morir. Es música y literatura, pintura y danza. Es un poema dentro de un poema embriagador.

Rainer Maria Rilke, en su primera elegía de Duino, nos da su clave en unos versos que parecen escritos para ella:

“¿Quién me oiría, si gritase yo, desde la esfera de los ángeles?
y aunque uno de ellos me estrechase de pronto
contra su corazón, su existencia más fuerte
me haría perecer. Pues lo hermoso no es otra cosa que el comienzo
de lo terrible en un grado que todavía podemos soportar
y si lo admiramos tanto es sólo porque, indiferente,
rehúsa aniquilarnos. Todo ángel es terrible.” (*)

La experiencia de entrar en esta obra es por esencia inexplicable. Es cine sensorial. Qué sentido tiene contar los pormenores de un sabor. O describir un primer beso. Picnic en Hanging Rock es una invitación, una cata, un modesto escalofrío.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Servadac
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