Tom es un arquitecto convertido en un creativo de tarjetas de felicitación. Tiene una vida fácil y cómoda, tal vez demasiado, tal vez ni siquiera sea lo que busque, pero es lo que ha encontrado. Tom busca el amor, el amor que cantan las canciones, que ves en "Love Story" o cuando ves en las noticias a esas parejas de ancianos que salen celebrando sus bodas de platino mientras los biznietos hablan de lo mucho que se quieren.

Pero Tom conoce a Summer, y, por suerte, sabes donde acaba "el contador": 500 días, tras ellos no sabes en qué acabará todo. Summer no cree en el amor, pero empieza a salir con Tom y, continuamente, surge la pregunta: ¿Qué es todo esto, qué somos? Por una parte, está claro, por la otra, la respuesta es una evasiva.

La película se desarrolla en dos tiempos: Cuando se conocen, primeras citas y se abren uno a otro y, paralelamente, el bache y la ruptura pasados más de 200 días, pero claro son 500... ¿A dónde lleva esto? Uno no puede más que sentir pena, ya que, mientras ves que en los primeros días todo es felicidad, en la escena siguiente, todo es frustración y pena.

Y es uno de los grandes aciertos de la película, los contrastes, como pasa de la comedia al drama con plena naturalidad, como esperas que te den la explicación, "¿por qué pasó eso?". Hay escenas muy buenas, pero destaco la de la fiesta de Summer con el "Ojalá" y la "Realidad".

Metraje muy adecuado, sonrisas, pena, un buen ritmo, mucha música, gran química entre dos buenos actores y realismo, mucho realismo, demasiado realismo.

Y la frase al empezar, muy buena.