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Voto de Naroa Lopetegi:
8
Thriller. Drama En los terrenos del caserío Garizmendi aparece un esqueleto enterrado. Sin saber a qué atenerse, Fermín Araia y su mujer, Karmen, llaman a su hijo Néstor, que acude a hacerse cargo. A la mañana siguiente Fermín no aparece y Néstor descubre que también han desaparecido los huesos. A su aviso acuden dos inspectores de la Sección Criminal, Ezpeleta y Kortazar, quien muestra especial interés por el caso, y mientras se encuentran en el ... [+]
22 de noviembre de 2020
6 de 10 usuarios han encontrado esta crítica útil
¿QUÉ?
Fermín, un baserritarra, encuentra en su caserío un esqueleto humano no especialmente añejo, habida cuenta de su bien conservada dentadura. Tan macabro hallazgo sería suficiente para alterar a cualquiera, pero es que él, además, vive en un entorno viciado por traumáticos acontecimientos que afectan muy directamente a su familia…

¿POR QUÉ?
En un par de mis últimas visitas al cine me topé con el trailer de esta película. Un trailer sin diálogos, solo música y una colección de encuadres sucesivos. No me sedujo especialmente, porque daba la impresión de que era una película sin trama; pero sí picó mi curiosidad a nivel visual. Por eso, cuando vi que se estrenaba esta semana, indagué para saber si además de filigranas formales, había detrás un armazón narrativo. Me dio la sensación de que sí, y ya tuve hecha la elección para mi sesión cinematográfica del sábado.

¿QUÉ TAL?
Precisamente por ese peculiar proceso que me había llevado primero a casi descartar su visionado, y luego a encararlo con gran motivación, mis sentidos estaban afiladísimos durante los primeros momentos de la proyección. Tenía el pálpito de que en cinco minutos iba a saber si me esperaba una buena velada de cine, o si me enfrentaba a hora y media de frustración. Y, afortunadamente, los primeros inputs fueron todos satisfactorios. Iba a ver una buena película.

En contra de mi costumbre, creo de justicia empezar mi balance por lo extra argumental. Y diré que este Imanol Rayo, cuya primera y ya antigua película no he visto (rodó en 2011 ‘Dos hermanos’, llevando a la pantalla una novela de Bernardo Atxaga), me conquista absolutamente con su estilo, antes de entrar en disquisiciones sobre la historia que relata. Y cuando hablo de estilo, me refiero a todo. Aludo, por ejemplo, a la belleza de las imágenes, pese a que nunca son luminosas o cautivadoras. Desde lo frío, lo oscuro, lo árido… sabe seducir las pupilas del público, creo que cada plano está estudiado y conlleva un gran esfuerzo pictórico (personalmente, me resultó de una belleza sobrecogedora la última ascensión por las escaleras de la casa del baserri , por muy dramático que fuera el momento). Además, incluyo en esta categoría estilística la atmósfera que nos transmite durante todo el metraje. Es coherente en todo momento, le sienta como un guante a la historia que nos está contando, nos la impregna empleando todos los elementos que desfilan por la pantalla (los personajes, las localizaciones, los paisajes, la climatología…). Y, desde luego, creo que da en el clavo con el tono que elige para acometer su narración, esmerándose en los diálogos, el ritmo o la dirección de actores.

Dentro de esta categoría estilística entra la actitud intervencionista evidente de Rayo. Quiere dejar su sello, y se hace sentir con elecciones peculiares a nivel de encuadres, de elipsis, de taimados saltos temporales… Como narrador, es exigente, te obliga a prestar atención si quieres seguirle el hilo. Y no hace regalos azucarados que te faciliten la digestión del espectador en busca de contentar a todos los públicos. Pero no desbarra: si entras en la sala con ganas de atenderle, podrás acompañarle, sabrás de qué te está hablando. Quizá te dé la sensación de que te has extraviado en algún momento, pero te rescatará y tirará de ti. Es de esas veces en que el esfuerzo por prestar atención merece la pena, proporciona recompensas más que suficientes.
¿Y a nivel narrativo? Mi satisfacción en este aspecto no es tan entregada como en la faceta estético-formal. Pero partiendo siempre de una buena nota, que quede claro. Me cuesta armar el puzle, porque las piezas aparecen a cuentagotas, y como no acostumbro a intentar anticiparme a los hechos para tratar de adivinar el desenlace, he de esperar pacientemente hasta que todas las cartas se ponen boca arriba, lo cual sucede en el último momento. De hecho, es ahora, mientras escribo, cuando estoy terminando de componer el árbol genealógico de la historia, basada en la novela ‘33 ezkil’, de Miren Gorrotxategi.

Y una vez compuesto el esquema de las inter-relaciones entre los personajes, y analizadas sus motivaciones, me cuadran bastante bien, las puedo comprar. En especial, las de la auténtica y genuina protagonista de la cuestión, la amatxo Karmen, a quien sería absolutamente absurdo tratar de juzgar desde nuestra cómoda posición espectadora. Alguien que pasa por lo que ella pasa a lo largo de su vida está legitimada para reaccionar de formas extremas, tiene todo el derecho a que le rebosen los sentimientos, a perder escrúpulos a la hora de camelarse a enterradores, a purificarse de modo tan candente como le parezca, y a alcanzar, en fin, el descanso de los huesos del modo que ella considere oportuno. Al menos, no se verá sometida a ningún juicio por mi parte, por muchos daños colaterales que provoque con sus impulsos.

https://alliayeraquiahora.wordpress.com/2020/11/22/critica-de-cine-campanadas-a-muerto/
Naroa Lopetegi
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