Únicamente por ver la espectacular secuencia del final, desde que amanecen en el burdel, el magistral camino hacia el fuerte, que por sí solo, tiene más poderío que algunos de los grandes westerns, y el tiroteo final, merece la pena ver este homenaje a la lealtad y al coraje. A pesar de la mutilación que sufrió, como casi todo el cine de Peckinpah, Grupo salvaje es la más redonda de sus películas, a pesar de que algunos puntos de la trama queden sin desarrollarse en su máximo exponente. Pero como siempre, esta película contiene dejar huella en el espectador, tanto por la fuerza visual, que inunda cada plano de esta obra maestra, como la fuerza emocional que la historia de amistad y honor que se desarrolla delante del espectador. La violencia en la sociedad

Esta película, aunque indirectamente, contiene reminiscencias de la obra maestra de Leone Hasta que llegó su hora, debido a la imagen que da del hombre de negocios en el oeste. Es un hombre que no conoce el oeste, que no se rige por leyes de honor, si no que se rige por el talonario, comprando todo lo que está a su alcance, y que pretende convertir el oeste en una extensión de su ferrocarril. Hombres de traje y corbata que contratan a asesinos amparándose en la ley. Eso se demuestra en la secuencia del tiroteo del principio, donde Thorton combate contra su ex-compañero Pike, cuando realmente son el mismo tipo de hombre. Es algo que se repetiría en su western crepuscular Pat Garret & Billy the Kid, la idea del forajido metido a justiciero que se va dando cuenta de cómo es él mismo al tener que enfrentarse a quien un día fue su amigo. La pérdida de la inocencia, de las ganas de vivir, y la traición es fueron algunos de los puntos básicos en la filmografía de este director, y aquí se hace notable en varios momentos de la película, donde el código de honor que tantas veces hemos visto en el western, se rompe, la lealtad no es más que un producto en venta, aunque, en ciertos momentos, siempre puede salir de uno ese sentimiento de compasión y amistad, que es la sensación que producen los últimos 20 minutos de la cinta, donde todo se hace en redención, un suicidio por no traicionar a un amigo. Al final, lo único que prevalece por encima de todo, del dinero, del alcohol, de las mujeres, de la política, es la amistad, el sentimiento de camaradería.

La película es probablemente el summum del estilo de Peckinpah. Pocas escenas causan tanto estupor y tanta admiración como la del fuerte, con la clásica violencia estilizada, esculpida casi, por Peckinpah, de una fuerza visual apabullante, y que deja marcado al espectador sin duda alguna. También, ese humor macabro y negro del que hizo gala el director siempre que pudo. Y todo ello servido con su mano maestra, con un montaje de choque, y unas escenas que combinan lo más rastrero y bajo del oeste con su parte más lírica, que hacen que el espectador no piense en otra cosa que en acudir con el grupo a acabar con Mapache...