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La pandilla salvaje

Western Un grupo de veteranos atracadores de bancos que viven al margen de la ley y que actúan en la frontera entre los Estados Unidos y México, se ven acorralados a la vez por unos cazadores de recompensas y por el ejército mexicano. (FILMAFFINITY)
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Críticas 156
Críticas ordenadas por utilidad
19 de septiembre de 2005
228 de 261 usuarios han encontrado esta crítica útil
La coherencia interna del cine de Sam Peckinpah es algo que esta fuera de toda duda, y en este sentido “Grupo salvaje” es un film que es a la vez compendio y resumen de una forma de entender la vida, regida por unos códigos no escritos pero con una fuerte carga ética y moral. Considerado como uno de los primeros westerns crepusculares de la historia, en “Grupo salvaje” los límites entre el bien y el mal se difuminan, aunque Peckinpah no deja lugar a dudas respecto a sus preferencias personales, decantándose con meridiana nitidez por los forajidos que encabeza Bishop (Holden), en contraposición al grupo de los facinerosos caza recompensas que dirige Thornton (Ryan), viejo amigo y compañero de fechorías de Bishop, que busca conseguir con su captura su indulto total después de salir de la cárcel. Film que nos habla de desarraigo, honor, dignidad y amistad traicionada, sus protagonistas son hombres cuyo tiempo se ha acabado, que no tienen ni lugar ni futuro en el nuevo mundo que viene. El viejo, el suyo, se desmorona a su alrededor y solo les queda como única salida valida unirse para ir puntualmente a la cita con su destino.
El impecable guión de W. Green y el propio Peckinpah, el soberbio montaje de L. Lombardo, la extraordinaria fotografía de L. Ballard, la hermosa partitura de J. Fielding y unas interpretaciones sensacionales de los protagonistas y de esta galería de secundarios de lujo que formaban parte del universo de Peckinpah, todo bajo el control de un director en plena madurez creativa, contribuyen a hacer de “Grupo salvaje” no solo uno de los mejores westerns de la historia, sino una obra maestra absoluta de imperecedera huella en la historia de lo que hemos venido en llamar el “Séptimo arte”.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Harry Lime
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2 de septiembre de 2007
143 de 159 usuarios han encontrado esta crítica útil
En la escena en la que el grupo de bandidos llega al pueblo natal de Ángel, uno de los viejos del lugar manifiesta: “Todos soñamos con volver a ser niños, incluso los peores; tal vez los peores más que nadie”. The wild bunch es una película llena de figurantes infantiles. Los niños conviven con los adultos. Participan, a su manera, de la vida adulta: empujan a un par de escorpiones contra un ejército de hormigas y después les prenden fuego, acompañan al desfile del ejército de salvación con risas y brincos, juegan a dispararse con el dedo índice extendido, corren tras el vehículo que arrastra a Ángel por el suelo y alguno monta en su espalda. ¡Pero si un bebé es amamantado por una madre cuyo pecho casi está tapado por una canana! Los niños se suman a la violencia porque la han mamado. Y la asumen como un juego.

Pike, Thorton, Sykes… son viejos cansados de la vida. Fueron niños que aprendieron que la vida no es un juego. Y son salvajes y violentos, no pueden ser de otra forma, no han recibido otra educación. La acción de The wild bunch se enclava en la revolución mejicana, en una lucha de humildes hormigas contra un poderoso alacrán. El pesimismo y la esperanza se dan la mano.

Sam Peckinpah, guionista y director, creó una película de violencia exacerbada, muy elaborada gráficamente, muy vívida, al ras de los personajes. Pero la opción de Peckinpah por mostrar el horror de las armas es determinante. The wild bunch se abre con una cruenta matanza sin sentido y se cierra con otra, igual de sangrienta, pero totalmente justificada: del enfrentamiento de Pike y compañía a Mapache y sus acólitos no cabe otro desenlace. Sus caducas vidas, historiales de excesos, claman a gritos un final que se salga de la regla. Cansados de la vida, con la imposibilidad de recuperar la inocencia, pero deseosos de terminar a lo grande, de ser recordados, de cambiar el mundo, a mejor… Buscan su final, pero solo saben matar.
Kick'Em Ars
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2 de septiembre de 2007
128 de 170 usuarios han encontrado esta crítica útil
Llevo más de quince años a la caza y captura de un western que pueda situarse al nivel de “Hasta que llegó su hora”, la mejor película del oeste de la historia del cine. Incomprensiblemente, hasta ayer noche no había tenido ocasión de visionar “Grupo salvaje”. Increíble, pero cierto. La tenía ahí, acurrucadita en un rincón, como hacemos con un buen vino o un buen whisky. Esperando la ocasión. Esperando ese momento especial para degustarla con placidez y fruición. Anoche descorché y desvirgué “Grupo salvaje”. Bueno, tal vez lo más correcto sería decir que “Grupo salvaje” me metió un par de ostias y me quitó la caraja de encima. Yo que creía que con los spaghettis de Leone ya había visto todo lo que quedaba por ver!!!. Craso error. Peckinpah es mucho Peckinpah. Ahí queda eso.

Por fin me di cuenta a qué se refería la gente con esa manoseada expresión de “crepuscular”. Crepuscular es “Grupo salvaje”. Crepuscular es corroborar que a pesar de esa violencia gratuíta que impregna la peli, que a pesar de esa amoralidad y anarquía que la caracteriza y que a pesar de ese profundo desencanto aliviado a base de putas, risotadas y lingotazos se esconde, subrepticiamente, un férreo código de honor. Un código fraguado a base de sangre, balazos y polvo. El polvo de Mexico. Territorio de inadaptados. Territorio de hormigas y escorpiones.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Taylor
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11 de octubre de 2009
69 de 75 usuarios han encontrado esta crítica útil
En el inicio hay un toque a lo Buñuel, quien solía insertar imágenes de animales como metáfora del comportamiento humano: unos escorpiones son entregados a una masa de hormigas rojas por unos niños que sonríen con maligno regocijo.

La película muestra un hormiguero humano, un caos de grupos relacionándose con violencia extrema:
Bandidos disfrazados con uniformes de agentes de la ley.
Agentes de la ley de paisano, actuando como cazarrecompensas y bandidos.
Ciudadanos de clase media, piadosos y antialcohólicos, acribillados por el fuego cruzado.
Los niños que, entre juegos con alacranes a los que añaden fuego, son espectadores de todo y se empapan de ello.
El ejército regular, ridiculizado en su despliegue de torpezas.
El ejército de opereta del general Mapache y sus grotescos asesores prusianos.
Los indios autóctonos: un poblado y los resistentes ocultos en las montañas, grupo éste tratado con simpatía por Peckinpah (de origen indio, como es sabido).

Si la refriega inicial, con la consiguiente matanza, alcanza brutales cotas de violencia, salpicada de detalles crueles, la escena del duelo final, cuatro contra todos, bate de largo el récord que ostentaba “Bonnie and Clyde”. Es un larguísimo final, estilizado mediante un montaje amplificador, a base de ralentizaciones, congelaciones y repeticiones, para mostrar como una danza macabra las caídas de esos cuerpos reventados a balazos y descosidos, por cuyos rotos brotan chorros de sangre.
Un festín para los buitres.

Entre matanza y matanza se suceden rituales del whisky, risotadas estruendosas, visitas al burdel, espectacular voladura de un puente, bellos paisajes fronterizos, todo sobre un trasfondo —recurrente en el director— de lealtad traicionada: dos forajidos veteranos, que un día fueron inseparables y ahora se tiran a matar (sobresalientes William Holden y Robert Ryan).

Si la época de los últimos bandidos se canta aquí con una poesía áspera y tremenda, son en cambio profundamente líricas las breves escenas del abandono del poblado indio, acompañadas de una canción coral y melancólica que llega bien adentro, escenas que significativamente se repiten como colofón.
Todo lo demás es rabia. Rabia en forma de cine.
Archilupo
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2 de marzo de 2007
63 de 78 usuarios han encontrado esta crítica útil
Realizada por Sam Peckinpah, es una de sus obras culminantes. Se basa en un guión de Walon Green y del propio Pekinpah. Se rodó en Méjico (Durango, Parras y Torreón), con un presupuesto estimado de 5 M dólares y 70 días de trabajo. Fue nominada a 2 Oscar (música y guión original). Producida por Phil Feldman, se estrenó el 18-VI-1969 (EEUU).

La acción tiene lugar en San Rafael (Tejas) y en Méjico, en 1913, época pre-revolucionaria, próxima al inicio de la IGM. Forajidos liderados por Pike Bishop (William Holden) asaltan trenes en la frontera entre Tejas y Méjico. El corrupto magnate, Sr. Harrington, con la ayuda de la partida de cazarrecompensas de Deke Thornton (Robert Ryan), antiguo componente del grupo de Bishop, les tiende una emboscada en San Rafael. Luego impone un plazo de 30 días a Thornton para que dé muerte a Bishop y los suyos.

La película es una western dramático y de acción. Incorpora un nivel de violencia desconocido hasta entonces. Los protagonistas se enfrentan, a la vez, a diversos oponentes: la partida de Thornton, las compañías del general Mapache (peores que los forajidos), la insurgencia creciente de los villistas, la agitación de los amerindios y el malestar de la población civil. La obra es un relato de perdedores, marginados por el progreso técnico y social. Ahuyentados del viejo Oeste, se refugian en el norte de Méjico a la búsqueda de un último botín que les permita abandonar una actividad abocada a la desaparición. La obra suma violencia, matanzas de inocentes, heridas sangrientas, ambientes sórdidos y escenarios miserables. Las acciones del grupo se saldan con fracasos (mísero botín del atraco al banco, pérdida del botín del atraco al tren) o en enfrentamientos que les conducen a una muerte inevitable. Los niños convierten sus juegos en simulacros de violencia, en violencia con animales (escorpiones y hormigas) o en violencia vengativa (chico con el revólver de Mapache). La presencia de niños resalta las ansias de recuperar la inocencia perdida a través del indulto pleno (Thornton) o del trabajo en el campo (Bishop). La crueldad de los forajidos tiene su código y, dentro de él, una excepción: el compañerismo y la amistad entre ellos.

La música ofrece melodías de aires mejicanos, con uso de instrumentos indígenas. El tema principal se combina bien con las imágenes congeladas de los créditos. Las canciones "The Wild Bunch" y "Drinking Song" y el tema "Asalto al tren y huida", son excelentes. La música añadida incorpora canciones mejicanas, como "Amelita" y "La golondrina". La fotografía, de Lucien Ballard, resalta el claroscuro, crea un soberbio dibujo y reitera atardeceres y otros símbolos del ocaso. No faltan planos congelados e imágenes a cámara lenta. El guión elabora diálogos pintorescos, excentricidades y comportamientos carroñeros (sustracción de piezas de oro de la dentadura de los muertos). Las interpretaciones de protagonistas y sencundarios son magníficas. El montaje es innovador e imaginativo.
Miquel
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