Curioso y gamberro crossover que combina elementos de thriller, terror, comedia y unas gotitas de gore. Un ex militar que habla consigo mismo se ve envuelto en un altercado durante un atraco en el que, tras tomarse la justicia por su mano, hay una víctima inocente. Tras cumplir pena de cárcel decide cambiar de vida y se va a Finlandia, donde encontrará un infierno aún mayor.

Es de esas películas donde aprecias un potencial notable para haber supuesto una obra de referencia. La historia es lo suficientemente absurda como para haber conseguido un buen esperpento, pero la cosa se queda en un quiero y no puedo. Ayuda a sostener el invento su actor principal, que salda su papel con carisma y buen hacer. Lo que más falla es que no se atreve a ir lejos en casi ninguna faceta. El humor, aunque gamberro, no llega a ser lo disparatado que la situación requería; el gore también se queda en un plano secundario, casi pidiendo perdón por aparecer, y la tensión dramática tampoco la vi bien resuelta. El otro yo de Rex parece una excusa para darle más minutos en pantalla a Ben O'Toole.

No terminé de entender la ligazón del prólogo del atraco con todo lo que viene después. Ni vi la necesidad de que el prota tenga que ser un ex militar, no hacía falta recurrir a ese tópico si los derroteros hubieran ido por el absurdo que la trama pedía a gritos. Se nos queda a medio camino en casi todo, y aunque no te aburres viéndola, te pasas la proyección lamentando el cúmulo de ocasiones perdidas para haberlo hecho mejor.