Ésta es una de esas películas, que poseen una narración hipnótica, donde la voz en off del protagonista se convierte en un susurro que es el verdadero protagonista cuando nos trasladamos, a través de la filmación, a la acción. Y aun cuando se diga que "una imagen vale más que mil palabras", en esta ocasión, el ya mencionado susurro, se va imponiendo en el relato, sobreponiéndose y sobresaliendo sobre las imágenes en movimiento...

Sí bien es cierto, que es una historia, un tanto naif -ingenua si quieren- y de claro trasfondo propagandístico, del FBI desde su constitución hasta la época de rodaje de la cinta, y que deja en muy buen lugar al polémico J. Edgar Hoover (verdadero padre del F.B.I.), no por ello deja de ser una realización tremendamente exquisita, muy bien conducida por el excelente artesano, Mervyn LeRoy, quien demuestra su total dominio del medio cinematográfico, y a quien debería descubrir y estudiar, todo aspirante a cineasta. Pero volviendo a la película, como no resaltar a su protagonista, el gran James Stewart, una vez más, soberbio, en el papel de héroe modesto, en el de hombre con firmes principios y, esta vez, en el de estimulante narrador... Quien como agente de campo, mientras nos traslada su historia, nos conduce por los acontecimientos que marcaron la historia de Estados Unidos, a través de la de una de sus agencias estatales más representativa, y más representada en el cine, el F.B.I. (Federal Bureau of Investigation) (Oficina Federal de Investigación).