“El sargento negro” es un alegato a la dignidad humana, es una oda al valor, una loa a la justicia, y es; una maravillosa película. No, no es una del oeste. No, no es una de la caballería. No. Es una obra cumbre de John Ford, es una obra cumbre del séptimo arte.

Repleta de sentido del humor, de intriga, de idealismo. Nos habla sobre los prejuicios, sobre el honor de los soldados, sobre la gloria y el heroísmo; nos habla sobre todo aquello de lo que siempre nos habló tan bien John Ford.

Filmada en espectaculares exteriores, que no por reiterados dejan de ser fascinantes, y con una excelente fotografía; esta vez en color. Rodada sin actores de primer orden pero no por ello carente de magníficas interpretaciones como las secundarias, y a la vez primordiales, de los veteranos; Willis Bouchey como presidente del consejo de guerra, Judson Pratt como secretario del presidente, o Billie Burke como la adorable esposa del presidente. Pero sobre todo la de ese magnífico actor que fue Woody Strode, en el papel protagonista del sargento negro; personaje al que impregna de exuberante personalidad. Woody Strode es uno de esos actores tan desaprovechados por la industria de Hollywood.

Es una película muy recomendable para personas con prejuicios, cualquier tipo de prejuicios; pero sobre todo para quienes aún alberguen prejuicios contra John Ford.