Desde que la británica Hammer, apareció a finales de los cincuenta, sus producciones dejaron, a los que tenemos cierta edad, un Drácula y un Van Helsing para la eternidad, Christopher Lee y Peter Cushing, respectivamente. Los aún jóvenes recordaran al primero por la saga de El señor de los anillos o por la de Star Wars (episodios II y III) y los no ya tan jóvenes lo harán del segundo por “La guerra de las galaxias” (episodio IV). Pero he de reconocer que con el paso del tiempo, esta cinta, "Drácula", y las secuelas que le precedieron, me provocan más hilaridad que terror, y si no fuese por la añoranza; no las echaría de menos.

La novela de Bram Stocker es muy popular dentro el cine, con infinidad de variantes y durante distintas épocas. Quizá se iniciase con el que según muchos es el Drácula por excelencia, Bela Lugosi. Luego, el personaje se desvaneció entre las tinieblas durante algún tiempo hasta reaparecer a través de Lee y las producciones de “La Hammer”, para nuevamente ocultarse en las entrañas transilvanas, reapareciendo en la década de los noventa con una prestigiada producción y una entrevista en Nueva Orleans, a las que continuaron, un montón de ñoñerías crepusculares.

Pero volviendo a la reseña de “Drácula” (1958), diré: que posee esa fotografía tan gótica del cine británico, algo a lo que sin duda ayuda, el clima y la arquitectura. La trama, que en un principio se supone fiel al original, termina alejándose de éste; acabando por clavarle una estaca en el corazón a la obra de Stocker. Pero siempre queda salvar la siempre eficaz presencia de Peter Cushing.

En definitiva, una película que sólo recomiendo a los más nostálgicos. Que aunque esté mitificada, no dejó de ser, en su día, un mero producto comercial, edificado bajo y para los cánones de su época.

Y para terminar, y cómo ya dije, me provoca más risa que miedo –incluso a veces me pregunto, si no es esto, lo que en cierto modo pretendían–, les dejo tras este párrafo, una estúpida sátira, que me inspiró una floja “comedieta” española, protagonizada por Fernán Gómez, Gracita Morales y López Vázquez, sobre unos emigrante españoles en Alemania, y un “vampiro de Düsseldorf”.

SÁTIRA, AL CONDE DRÁCULA

Que la sangre al gratén o encebollada,
es un manjar muy sano y delicioso,
sabe, cualquier estómago piloso.
¿Mas, de la yugular ella inyectada…?

…¡Ay Conde!, no os parece a vos de entrada,
beber sangría así, algo asqueroso,
y que hasta puede ser algo infeccioso,
tomarla así, sin ella destilada.

Pero Drácula es hombre de otras eras,
en las que se vestía un pelo hortera,
en que esterilizar daba dentera.

y ya que hemos mentado, las denteras,
por dentera, la suya delantera,
colmillos, que provocan gran friolera.

Pero: si ya cerrada noche fuera,
si el ajo, no es aliño en la ensalada,
si el vino es de color, sangre de toro,
si la cubertería no es de plata,
–¡ay no!, que eso es más para el hombre lobo–,
si no hay ningún espejo por la sala,
ni un crucifijo sobre la escalera,
él se sienta a cenar como cualquiera.





Postdata: Por si alguien tiene interés, la película española a la que antes he hecho mención, es: "Un vampiro para dos" (Pedro Lazaga, 1965).