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Voto de AdolfoOrtega:
8
Aventuras. Drama Cuando regresa victoriosamente a Roma, después de tres años en el campo de batalla, el general Marco Vinicio se enamora de Ligia. Pero ella es cristiana y sus creencias le impiden enamorarse de un guerrero. Aunque fue adoptada por un general retirado, jurídicamente es un rehén de Roma, de modo que Marco consigue sin dificultad que el emperador Nerón se la ceda en pago por sus servicios. (FILMAFFINITY)
15 de abril de 2012
5 de 7 usuarios han encontrado esta crítica útil
De los clásicos a los que echan mano los programadores televisivos en Semana Santa, Quo Vadis, la película dirigida en 1951 por Mervyn LeRoy tomando como base argumental la novela del polaco Henryk Sienkiewicz, es uno de los más recurrentes. Y lo es porque, más allá de sus magníficas interpretaciones, con un Peter Usinov soberbio que encumbró al personaje de Nerón a uno de los secundarios más relevantes de la Historia, de su inteligente guión, con unos diálogos mucho más profundos que la mayoría de las películas que se rodaron a la sazón, o de las secuencias que a la postre más han transcendido, como el enfrentamiento entre el forzudo Ursus y el toro en la arena del anfiteatro, estamos ante la película cristiana por antonomasia. Ninguna otra obra expone con tanta belleza el misterio de la propagación de la Fe entre las primeras comunidades cristianas, que se agarraban al bello mensaje evangélico, desafiando con valentía a una sociedad hostil, vacía en sus valores, ciega en su orgullo, caprichosa, vanidosa y corrupta, cruel y pueril. Sociedad que toma forma concreta en la figura del emperador Nerón, bordada como decíamos por Ustinov.

Aun con sus fallos, propios del cine de la época, como la introducción con calzador de subtramas amorosas vanas y prescindibles, Quo Vadis es un intento más que digno de indagar en el misterio, por otra parte insondable, de la expansión del cristianismo. Misterio que en último término sólo se puede explicar por la autenticidad del mensaje.

Ignoro la impresión que causa la cinta a los ojos del no creyente, porque las miradas no se pueden extrapolar. Pero para los seguidores de Cristo esta película es motivo de orgullo, porque es muestra de los valores cristianos tantas otras veces devaluados; nos sirve de ejemplo de la valentía de quien es fiel hasta las últimas consecuencias a su fé, frente a una sociedad acomodadiza y veleta; y nos recuerda la importancia del líder espiritual, que nos orienta y nos guía infundiéndonos luz y valor, en un ambiente profundamente anticlerical.
AdolfoOrtega
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