El espectador que quiera ver violencia a destajo, sexo hetero y homosexual a discreción, drogas, intrigas y conspiraciuones, inexactitudes históricas flagrantes, Roma es su serie. Espectáculo de gran presupuesto como nos tiene acostumbrada la ficción angloamericana. Los que, como yo sudaban la gota gorda traduciendo en clase de latín La guerra de las Galias o Catilina disfrutarán, sin duda, de las más de 21 horas de la serie. La cultura romana de la Antigüedad sigue fascinando porque somos sus herederos, ella nos ha legado el derecho, la ciudad, la arquitectura, el idioma, las costumbres, la construcción de carreteras, la forma de gobierno, la sociedad jerarquizada, la religiosidad, la guerra civil, la manipulación de las masas.
El ser humano teme la incerteza, ruega a los dioses con tal de que sus acciones salgan bien. El romano era temeroso del poder sobrenatural, al no entender el funcionamiento de las cosas imploraba la ayuda de los Dioses. Le fe de creer que no estaba solo en el Universo le mantenía vivo. Como hoy. El amor, el odio, la amistad, la mentira siguen estando en el centro de nuestros actos.
El ingenio de Roma es fusionar dos mundos, el patricio representado por los personajes históricos (Julio César, Marco Antonio, Cleopatra, Octavio, Cicerón, ...) con los inventados e integrarlos en la realidad fictiva. Lucio Voreno y Tito Pullo, los dos protagonistas principales, son dos superlegionarios, una equivalencia de Astérix y Obélix si se quiere, que han de resolver asuntos de estado -el robo del águila, la huida de Pompeyo, el secuestro de Cleopatra, la protección de Cesarión- mientras apoyan a los poderosos romanos, a veces uno en cada bando rival. Ellos dos representan el antagonismo complementario. La amistad, en definitiva. Voreno es integro, leal, religioso, casado, donde Pullo es bullanguero, putero, soltero, duro de buen corazón y dado al juego. Con ellos la serie desciende a los bajos fondos, los tugurios de mala muerte, los burdeles, los campos de esclavos. Entrañables los dos, no consiguen el amor duradero, recogiendo su fruto en forma de hijos.
Roma relata el tiempo que significó el paso de la república senatorial, democrática e ingobernable debido a las luchas intestinales de poder que se desliza hacia el culto de la personalidad única, primero con Julio César y después de guerras fraticidad con Octavio que se proclama emperador y llevará las riendas romanas de forma autocrática.