Thomas More, el santo inglés de la época del Renacimiento al que en España conocemos por Tomás Moro, es uno de los pensadores más sugestivos del siglo XVI. Su obra cimera, Utopía, le coloca al frente de aquel grupo selecto de humanistas cristianos que dio el norte de Europa, junto con Erasmo y con nuestro mismo Luis Vives (el valenciano universal afincado en Brujas); humanistas que trataron de aunar su admiración por la Antigüedad clásica con sus principios cristianos...
Estamos ante la vida de uno de los personajes más importantes de la historia, no ya sólo de Inglaterra, sino de la humanidad. Una vida admirablemente recogida en la presente película que tan justamente lleva por título: Un hombre para la eternidad, la excelente producción de Fred Zinnemann, donde vemos a un artista de la talla de Paul Scofield haciendo el papel estelar del gran humanista, del gran sabio y del gran santo dado por Inglaterra en el siglo XVI.
Destaquemos, además la intervención de otros notables artistas, como Robert Shaw en el papel de Enrique VIII, y nada menos que Orson Selles en el del cardenal Wolsey. Las escenas de la sencilla vida familiar de Tomás Moro, como la de sus brillantes intervenciones en el Parlamento, son muestra fiel del mejor cine histórico, del que tantos ejemplos nos ha dado la cinematografía anglosajona. Que no en vano la película fue galardonada en su día, nada menos que con seis Oscar.
Y a mi fe que bien merecidos, pues estamos ante una joya del cine universal, que intriga, que deleita y que apasiona.

Manuel Fernández Álvarez