Periódicamente, de manera regular, afloran bodrios en el mundo del cine fuertemente respaldados por críticas y promociones que consiguen su cometido financiero y consiguen, también, estafar y engañar a los sufridos espectadores que son pastoreados hacia el cine en el nombre del cine puro e impactante.

La vieja e infantil triada "caca,culo,pis" se convierte una vez más en un contundente reclamo para aborregar a las personas hacía las salas con el único objetivo de sacarles el dinero. A falta de mejores propuestas, estas temáticas trasnochadas consiguen al final su propósito puramente mercantilista.

Sirva la presente crítica para, en la medida de lo posible, evitar que algún incauto/a caiga sin remedio en esta trampa vacia de cualquier contenido, y a la vez evite ver las largas secuencias donde se recrean las escatologías pueriles que no tenemos ninguna necesidad de contemplar.

El final de la película es el mejor colofón a esta hora y media de pamplinas y, como es habitual en estos productos, es también cuando el espectador cae en la cuenta de la estafa a la que ha sido sometido.

Recuerden que cuando se estrenó la película en Sitges colocaron ambulancias en la puerta para atender las posibles "crisis de ansiedad" que provocara el film. ¿Se puede tener más poca vergüenza?... Ni que decir tiene que las ambulancias se fueron de vacio tal y como habían llegado.