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Voto de jamago1978:
10
Western Un grupo de veteranos atracadores de bancos que viven al margen de la ley y que actúan en la frontera entre los Estados Unidos y México, se ven acorralados a la vez por unos cazadores de recompensas y por el ejército mexicano. (FILMAFFINITY)
30 de marzo de 2010
21 de 24 usuarios han encontrado esta crítica útil
Peckinpah recuerda:

Una canción antes de la muerte. Una sucia canción mejicana de sabor amargo, que se pierde con la última tarde. Un homenaje a los camaradas que se han forjado entre el polvo y no se esconden ante el peligro. Es una canción al héroe que llevamos dentro, oculto en la maleza de nuestras entrañas.

Peckinpah recuerda:

Una sonrisa que se cruza con otra. Una sonrisa que al ser esbozada ilumina los rostros de William Holden y Ernest Borgine, diciendo lo obvio - lo que no podía ser de otro modo -. Una última sonrisa para la vida - en la antesala de la muerte -, que parece decir: las partidas empezadas entre amigos merecen ser terminadas juntos, aunque se divise un final desastroso para todos. Una sonrisa para la despedida. Una sonrisa-reflejo de la amistad, en homenaje a la dignidad humana.

Peckinpah recuerda:

Miradas que son palabras. Miradas que lo dicen todo, cobrando un sentido exacto en aquellos que han luchado juntos contra la adversidad vivida. Son destellos de rabia que gritan con fuerza: ¡Mejor morir matando!¡Vamos a por esos cabrones! No son estúpidas miradas de ilusos: es la mirada de los que saben que la muerte les está esperando en la siguiente esquina, pero prefieren no huir cobardemente de ella. Son el espejo de la frustración, cuando esta se hace insoportable y estalla en un implacable aullido. Son el reflejo de la derrota conocida de antemano - lo que solo acrecienta el valor de la partida -.

Peckinpah recuerda:

Una orgía de sangre y violencia: niños asesinados, abstemios perforadas por las balas, viejas puritanas vestidas de negro pisoteadas por los caballos a un ritmo frenético, dulces putitas perfumadas con la cabeza abierta de un disparo, un alacrán que arde ante el cruel delirio de unos niños armados con palos...

¿Quién dijo que la violencia no es poética?

Peckinpah lo desmiente sin tener que recurrir a engaños metafísicos ni sensiblerías baratas. La frustración que acompaña a la vejez, la amistad, la honestidad, el amor... son algunos de los motivos eternos exaltados por Peckinpah, bajo la siempre dudosa sombra de la derrota.
jamago1978
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