Haz click aquí para copiar la URL
España España · Valencia
Voto de Carorpar:
6
Acción. Aventuras. Ciencia ficción. Fantástico Un grupo de mercenarios es contratado por la CIA para rescatar a unos pilotos que han sido apresados por la guerrilla en la selva centroamericana. La misión es un éxito, pero durante el viaje de regreso se dan cuenta de que algo misterioso e invisible está dándoles caza uno a uno. Ese algo resulta ser un cazador alienígena que se queda con las calaveras de sus víctimas como trofeos. (FILMAFFINITY)
22 de agosto de 2022
3 de 7 usuarios han encontrado esta crítica útil
Anoche estaba yo con ganas de cine clásico. ¿«Ordet (La palabra)» («Ordet», 1955)? ¿«Pather Panchali (La canción del camino)» («Pather Panchali», 1955)?
Quita, quita: «Depredador». La primera, la genuina, con el Governator «at his best».
Efectivamente, «Depredador» se rodó en el apogeo del reaganismo triunfante, con todos los subtextos imperialistas que se quieran —ni haría falta el prefijo: guerrilla centroamericana, mal; pelotón de fornidos marines, bien— y unos cuantos chistes de coños que hoy serían delito de odio; pero, precisamente por lo grosero del discurso, casi caricatura involuntaria, éste ejemplifica de manera bastante más ilustrativa que las amaneradas apologías actuales las disfunciones de una década con muy poco a reivindicar. Asimismo, como no hay obra que no sea hija de su tiempo, no veo el momento de hincarle el diente a «Predator: La presa» («Prey», 2022) y comparar el esperable componente «woke» con los exabruptos «neocon» de la entrega fundacional.
Sociologías de tertulia catódica aparte, e insisto en que con cuantas prevenciones éticas se nos antojen, «Depredador» constituye una muestra impagable de un cine irreversiblemente extinto, palomitero, analógico y derrochón —cualquier escena de «Depredador» dispara más pirotecnia que unas Fallas enteras—, y que, pese a las imperfecciones técnicas y argumentales —«si sangra, podemos matarlo» es la única frase coherente que, en su entrañable lengua de trapo, enuncia Schwarzenegger durante las cerca de dos horas de metraje—, manifiesta una honestidad y un amor por el género desterrados de las pantallas —grandes, medianas y pequeñas— desde que el algoritmo se convirtió en árbitro del gusto.
En fin, buena parte de la culpa —bendita culpa— la tiene un John McTiernan que, apenas tomada la alternativa con «Nómadas» («Nomads», 1986), evidenciaba un oficio y un sentido del espectáculo que no tardarían en eclosionar en la memorable «La jungla de cristal» («Die Hard, 1988). Él tampoco tenía tiempo para sangrar.
Carorpar
¿Te ha resultado interesante y/o útil esta crítica?
arrow