Ante todo, el nervioso Andrew Garfield resulta un mucho mejor Peter Parker que Tobey Maguire; cosa, por otra parte, nada difícil, teniendo en cuenta el retrasado mental que acostumbra a componer este último. En cualquier caso, un cambio muy de agradecer respecto a la exhausta trilogía de Sam Raimi.
No insufla mucho más aire fresco a la franquicia el modernillo Marc Webb, pero la factura de la cinta es impecable, los efectos especiales de la aparatosidad exigida y el lagarto Curt Connors un supervillano algo más serio que el Duende Verde.
En el haber de la película debe anotarse también el detalle, nada nimio, de que el sufrido Peter Parker llegue a casa cada noche deslomado y con la cara hecha un cromo, porque las ñesplas duelen, se tengan superpoderes o no, con sentido arácnido o sin él. No tan verídica se muestra Emma Stone como adolescente. Uno, que se gana los garbanzos- a duras penas- como profesor de secundaria, da fe de lo increíble de sus diecisiete. Menos veracidad todavía puede suponérsele a su elevado puesto en el escalafón de la Oscorp: licencias del universo Marvel, o que los itinerarios de la ESO yanqui se adentran en mundos de una especialización inusitada.
En resumidas cuentas, "The Amazing Spider-Man" es una película tan innecesaria como entretenida, producto veraniego de primera para un fin de semana sin grandes planes.