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España España · Valencia
Voto de Carorpar:
7
Thriller. Drama Michèle, exitosa ejecutiva de una empresa de videojuegos, busca venganza tras ser violada por un desconocido en su propia casa.
28 de octubre de 2017
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Con todos sus vaivenes creativos —inevitables, por otra parte, en una carrera que se alarga ya hasta cerca del medio siglo— a Paul Verhoeven sí cabe reconocerle una personalidad innegociable y, por ende, una desusada fidelidad a los principios propios, especialmente en directores que, como él, dan el salto a Hollywood desde las mucho menos pacatas cinematografías europeas.
Efectivamente, el holandés ha tenido siempre a gala una incorrección política y un corrosivo, alquitranado sentido del humor a los que no renunció en los momentos más álgidos de sus años americanos —“Total Recall” (Desafío Total, 1990) y, especialmente, “Basic Instinct” (Instinto Básico, 1992)—, ni mucho menos cuando poco después fue (injustamente) condenado al ostracismo por “Showgirls” (ídem, 1995) y “Starship Troopers” (Starship Troopers: Las brigadas del espacio, 1997).
Harto, supongo, de la incomprensión, regresó a Holanda para darse un homenaje con “Zwartboek” (El libro negro, 2006), estupenda cinta bélica de aliento clásico gracias a la cual, además, tuvimos el placer de conocer —casi incluso en el sentido bíblico— a una carnalísima Carice Van Houten.
Una década después de aquello, con casi ochenta añitos de nada, rodó la joya insalubre que tenemos entre manos. Genio y figura —me voy a ahorrar la segunda parte del refrán, mejor no mentar la bicha—, Verhoeven se burla con saña de los franceses y su gusto por ponerse los cuernos entre amigos mientras hablan de existencialismo. Eso, que aquí le hubiera valido una legión de "haters" y su tormenta de airados "tweets" y actualizaciones de "status", le supuso allí representar a Francia en los Oscar. No contento con poner en solfa la peculiar idiosincrasia del país vecino, somete a la —ojo al tópico— “Gran Dama del Cine Francés” de turno a reiteradas violaciones que cada vez lo son menos, en cuanto buscadas y alentadas por la —ya no tan— víctima. Me ha parecido leerle a algún crítico a sueldo que “Elle” vendría a ser lo que habría hecho un Michael Haneke con vis cómica. No le falta razón, pues en bastantes ocasiones recuerda a un cóctel de "Funny Games" (ídem, 1997) y "Caché" (ídem, 2005), bien sazonado, eso sí, con la vitriólica ironía marca de la casa.
Conviene aclarar, sin embargo, que, de no contar con la presencia de Isabelle Huppert, “Elle” se hubiera quedado en un mero ejercicio de estilo, cierto que muy divertido e iconoclasta. La protagonista —absoluta, absorvente— de esta soirée malsana, añade un eslabón más a su inacabable colección de papeles memorables, quién sabe si no el mejor de todos ellos... hasta la fecha —matiz que, a la vista de su trayectoria, no resulta baladí—. La Michéle LeBlanc que nos regala es un enfermizo compendio de contradicciones, rayanas algunas —muchas— de ellas en la parafilia, y, no obstante, perfectamente armonizadas en su persona sólo en apariencia (física) frágil. Una maravilla que le valió el Globo de Oro y la nominación al Oscar, ambos por una interpretación, no está de más recordarlo, en límpido francés.
Carorpar
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