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España España · Valencia
Voto de Carorpar:
7
Drama Basada en la vida real de Ron Woodroof, un cowboy de rodeo texano, drogadicto y mujeriego, al que en 1986 le diagnosticaron SIDA y le pronosticaron un mes de vida. Empezó entonces a tomar AZT, el único medicamento disponible en aquella época para luchar contra tan terrible enfermedad. (FILMAFFINITY)
21 de diciembre de 2014
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“Dallas Buyers Club” es un correcto “biopic” susceptible de un análisis doble.
De una parte, la narración que hace de la lucha por la supervivencia de ese pícaro que acaba convertido en una especie de Robin Hood moderno primero, y de Martin Luther King después, de los enfermos de SIDA durante los oscuros –oscurantistas- primeros años de la entonces mal llamada “peste gay”. A ese nivel, la película funciona. Con más oficio que brillantez, sí, pero demuestra sobrada eficacia. Sobre todo porque elude la tentación lacrimógena para fajarse con áspera hombría en la denuncia de las prácticas más que abusivas, mafiosas, de las grandes corporaciones farmacéuticas, y la connivencia casi criminal –sin el “casi”, me atrevería a decir- de éstas con el Estado.
No obstante, el meollo de “Dallas Buyers Club” se encuentra, indudablemente, en el duelo interpretativo entre Matthew McConaughey y Jared Leto. El primero se reivindica de una vez como actor, tras cerca de dos décadas siendo poco menos que un pedazo de carne bien torneada. El papel es perfecto para ello, la Academia ha acreditado con creces su gusto por personajes del mismo pelo. Independientemente de lo cual, McConaughey entrega un trabajo impecable, reforzado por una caracterización definitivamente sobrecogedora. Ambos premios Oscar –Actor y Maquillaje- resultan indiscutibles. El tercer galardón con que se alzara esta cinta fue para el otro pilar de la misma: Jared Leto. Éste se desenvuelve con suma comodidad en la travestida piel que le toca en suerte. Aunque a él es más habitual verlo en aprietos así –y no es juego de palabras; “apreturas” quizá sí lo fuera-, ofrece una interpretación no por esperada menos admirable. Roba planos consumado, el tira y afloja al que asistimos entre su transformista politoxicómano y el vaquero homófobo encarnado por McConaughey hace volar la película mucho más alto de lo que sus premisas, tanto argumentales como fílmicas, pudieran haber hecho suponer.
Carorpar
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