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España España · Valencia
Voto de Carorpar:
8
Comedia Años 50. Villar del Río es un pequeño y tranquilo pueblo en el que nunca pasa nada. Sin embargo, el mismo día en que llegan la cantante folclórica Carmen Vargas y su representante, el alcalde (Pepe Isbert) recibe la noticia de la inminente visita de un comité del Plan Marshall (proyecto económico americano para la reconstrucción de Europa). La novedad provoca un gran revuelo entre la gente, que se dispone a ofrecer a los americanos un ... [+]
19 de julio de 2021
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Posiblemente la película más popular de la historia del cine español, “Bienvenido, Míster Marshall” constituye una parodia feroz en la que Berlanga, secundado por Juan Antonio Bardem y Miguel Mihura como co-guionistas, lanza un torpedo a la línea de flotación de las esencias folclórico-culturales del franquismo triunfante, así como a los delirios geopolíticos del “Vigía de Occidente”.
En efecto, el debut en solitario de Berlanga —dos años antes había dirigido “Esa pareja feliz” (1951) junto al antedicho Bardem— le hace uno de sus proverbiales trajes a la zopenca censura con una gloriosa farsa en la que se da un festín a costa de un cine en el que se perpetuaban algunos de los más traídos tópicos de la España caciquil y cortijera. De hecho, la propia Lolita Sevilla, estrella emergente de ese tipo de producciones, se sintió estafada al caer en la cuenta de que todo era una gran broma austrohúngara. Pero es que Berlanga, Bardem y Mihura tienen leña para dar y regalar, y de su corrosiva lupa no escapa ni el western, deliciosamente caricaturizado en el sueño del alcalde. En cuanto al plano de la bandera americana arrastrada por el agua (sucia) que, al parecer, enervó a Edward G. Robinson hasta el punto de protestar ante los organizadores del Festival de Cannes, por aquí no se pudo ver hasta 1989.
“Bienvenido, Míster Marshall” hace de la necesidad virtud y dedica buena parte de su presupuesto a dotarse de un reparto de campanillas —como siempre en las multitudinarias y alegremente caóticas historias berlanguianas— que presiden al alimón unos Pepe Isbert y Manolo Morán sencillamente antológicos. La celebérrima escena del balcón del ayuntamiento supone un hito cómico todavía hoy no superado. Los acompañan algunos secundarios recurrentes, tales que Manuel Alexandre, Rafael Alonso y, especialmente, Luis Pérez de León, cuyo cura don Cosme diríase salido de una portada de La Traca.
En fin, maravillosa película, rarísima joya en mitad de un páramo artístico del que, contra todo pronóstico y a partir de una fecundísima fusión de texturas neorrealistas y chocarrería patria, emergería una generación de cómicos y cineastas sencillamente irrepetible.
Carorpar
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