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España España · Valencia
Voto de Carorpar:
7
Thriller. Cine negro Texas. Una joven casada y muy seductora cae en brazos de Ray, uno de los empleados de su marido. Enterado por un detective privado de la infidelidad de su mujer y obsesionado por la traición, Julian se decide a preparar el asesinato de ambos. (FILMAFFINITY)
5 de febrero de 2017
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Un reproche que acostumbra a hacérsele a “Blood Simple” es el de su tramposo guión, y no sin motivo. No obstante, recriminarle a un “noir” sus triquiñuelas argumentales vendría a ser como echarles en cara, a Bécquer o a Neruda, una cierta —de hecho, mucha— cursilería. El subterfugio es consustancial al cine negro, despojarlo de él implicaría su desnaturalización. Y si no, recuerden la célebre anécdota que contaba Raymond Chandler, uno de los más egregios representantes del género, bastante ilustrativa a ese respecto: “...cuando Howard Hawks estaba rodando The Big Sleep (El sueño eterno,1946) él y Bogart tuvieron una discusión acerca de si uno de los personajes había muerto asesinado o se había suicidado. Me enviaron un telegrama preguntándomelo, y que me cuelguen si lo sabía.”
Efectivamente, el debut de los Coen es un ejemplo notable de lo que se ha dado en llamar “neo-noir”, actualización de los viejos códigos y arquetipos a que ambos hermanos —el mayor, Joel, en la dirección, y el pequeño, Ethan, en la producción— han contribuido con obras como la que nos ocupa y las subsiguientes, excelentes “Miller´s Crossing” (Muerte entre las flores, 1990) y “Fargo” (ídem, 1996). De esta última parece “Blood Simple” una suerte de ensayo previo —con calor sofocante pero en carreteras igual de interminables—; sobre todo en su análisis del abanico de posibilidades, a cuál más bizarra, que se abre cuando un plan no sale según lo previsto.
El plus de sordidez con que dotan a un cine ya de por sí bastante “gonzo” es otra de sus señas de identidad. Prueba de ello es el cinismo del habitual detective huelebraguetas, llevado hasta sus últimas consecuencias con el grasiento personaje que encarna M. Emmet Walsh. Que éste beba directamente del Hank Quinlan inmortalizado por Orson Welles en “Touch of Evil” (Sed de mal, 1958) no es casualidad, pues otro rasgo típico de los Coen es la densa carga referencial que contienen sus películas, mayor si cabe tratándose de una “opera prima”, proclive siempre al guiño cinéfilo y al homenaje más o menos velado.
En cuanto a su gusto por las explosiones de violencia, descarnada y sin coreografía, con que se resuelve esa especie de “terribilità” marca de la casa, junto al humor negro como el alquitrán que salpica sus historias, ambos están ya muy presentes en esta “Blood Simple”.
En fin, estupenda tentativa primera de una estética y una (anti) ética que durante tres décadas han aquilatado el tan traído concepto de cine independiente hasta hacer de él un dignísimo competidor, cuando no influencia decisiva en las omnipresentes y todopoderosas superproducciones “made in Hollywood”.
Carorpar
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