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España España · Valencia
Voto de Carorpar:
6
Drama. Thriller Una famosa escritora de terror encuentra la inspiración para su siguiente libro después de que ella y su marido acojan a una joven pareja.
27 de agosto de 2022
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Vaya por delante el acierto de haber escogido a Elisabeth Moss —tampoco ninguna casualidad, en tanto hace las veces de productora ejecutiva— para encarnar a alguien tan profundamente roto como Shirley Jackson. Sin lugar a dudas una de las mejores actrices de su generación, la perenne sensación de estar al borde del derrumbe emocional que suelen transmitir sus personajes alcanza aquí cotas ciertamente turbadoras. Cada una de sus entradas en escena genera (aún) más inquietud que la anterior.
Igualmente digno de encomio resulta el tono de la historia, cuya desoladora lobreguez colorean —es un decir— unas imágenes que se atreven con un surrealismo para todos los públicos y se insertan en una narrativa cuidadosamente inconexa. Diríase que todo lo cual recrea la disfuncional percepción de su protagonista, consumidora consuetudinaria de alcohol, anfetaminas y barbitúricos. Hace veinte años, con material semejante, se habría rodado cualquier bodrio edulcorado, tipo «La sonrisa de Mona Lisa» («Mona Lisa Smile», 2003).
Ahora bien, supongo que en ovino sometimiento a las servidumbres contemporáneas, sus responsables borran de un plumazo a los cuatro hijos de Shirley Jackson. Y es que en círculos particularmente cerriles parece existir la creencia de que la maternidad es cosa de gilipollas, o peor: de cómplices del patriarcado. Dicho razonamiento, inaprehensible para mi romo entendimiento heterobásico, arroja en el caso de la cinta que nos ocupa un corolario paradójico, cuanto menos.
Me explico: un espectador poco informado podría interpretar que la precaria salud mental de Jackson se habría debido en gran medida a la tremenda frustración de no poder concebir, en un tiempo —entonces sí— en que las mujeres eran objeto de una presión insoportable al respecto, y no tanto a su convivencia con un maltratador psicológico —en la película Stanley Edgar Hyman se nos presenta, si acaso, como un catedrático salido— tras una infancia asimismo infeliz, con unos padres escasamente amorosos. En fin, en las agudas palabras de Mark Twain convertidas hoy en lugar común, «nunca dejes que la verdad se interponga en el camino de una buena historia».
Carorpar
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