Aún con sus últimos patinazos —“The Dark Knight Rises” (El caballero oscuro: la leyenda renace, 2012), “Interstellar” (ídem, 2014) — y las concesiones que hubo de hacer a la ortodoxia en una película con la que, dos años después del éxito de “Memento” (ídem, 2000), trataba de asentarse en la gran industria, un Nolan siempre son palabras mayores.
“Insomnia” parte de una idea muy similar, tanto en lo argumental como en lo circunstancial, a la que servía de hilo conductor a la serie de culto “Twin Peaks” (ídem, 1990) —al menos durante los primeros episodios de su primera temporada, antes de que a Lynch se le fuese la olla por siempre jamás—, salpimentada con una subtrama de polis corruptos y el gusto de su director por los protagonistas con la percepción alterada, a causa en este caso de la privación de sueño provocada por el tan fotogénico como irritante —créanme, yo también lo he padecido— sol de medianoche. Esto último le permite dotar de cierta personalidad a un thriller correcto, sí, pero que de otro modo hubiera pasado por un mero trabajo alimenticio.
El extraño reparto hace una encomiable demostración de que el talento no está reñido con la profesionalidad. Pocos duelos interpretativos más insólitos se me ocurren que el de Al Pacino y Robin Williams, al que asiste casi boquiabierta una Hillary Swank encantada de haber sido invitada a la fiesta. Sin embargo, cuando la confrontación finalmente se produce —con enorme pericia narrativa, Nolan logra alargar la espera todo lo que la credibilidad le permite—, ambas estrellas se envainan los egos y, contra todo pronóstico, se respetan cada uno de los planos compartidos.
En fin, interesante película que, pese a los constreñimientos comerciales, presenta buena parte de los rasgos distintivos de su —por entonces sólo prometedor, hoy consagrado y admirado— director. Y eso, insisto, siempre merece un vistazo.