Pues... ¿qué puedo decir? Amigos, estamos ante un homenaje poco o nada disimulado a la grandiosa serie de los 60 protagonizada por el inconmensurable mr. West y su coleguita de desparrame Burt Ward, uséase, Batman y Robin (en la peli, Nightwing, pero vamos, Dick Grayson igualmente). En esta cinta se les une una tercera rueda, la elástica y fantástica Harley Quinn, horriblemente caracterizada en la infrapelícula del Escuadrón Suicida, pero aquí sabiamente retornada a sus orígenes, que no son otros sino los narrados en el mejor de todos los episodios de aquella maravillosa serie de Batman de los noventa: «Mad Love».

Y a partir de estas premisas, lo que ustedes vean: o se unen a la fiesta o juran en arameo y rechinan dientes cual Hombre Murciélago frankmilleriano. En mi caso, debo confesar que disfruté bastante, eso sí, siempre teniendo bien presente que estaba ante una obra menor, muy menor, un divertimento, un chistecillo, vamos. Un cómic de los de antes (de los de antes de Moore y Miller), de esos que se creaban con la siguiente fórmula magistral: un veinte por ciento de chistes malos, un treinta por ciento de melodrama barato y un cincuenta por ciento de castañas pilongas. En este caso concreto, el porcentaje de chistes se incrementa en detrimento del de melodrama barato, pero vamos, se reconoce la receta original a la perfección.