Que una película del 1946 como esta se deje ver bien en la actualidad es ya todo un éxito a través de tiempo, y es que un buen guión es un ingrediente muy importante.

Hay que reconocerle a Olivia de Havilland el mérito de hacer dos personajes bien diferenciados (mérito también del doblaje de voz), aunque pienso en líneas generales que le salió mejor el personaje de Terry que el de Ruth.

No se si es un error del doblaje, pero al final de la cinta se nombran muy seguido estos dos nombres femeninos y al menos una vez, en el diálogo del psiquiatra con Terry, yo diría que se confundieron al nombrar equivocadamente uno de estos nombres.

Se ve con claridad el detalle de lo usual que era en aquella época que los personajes fumaran mucho en las escenas.

Buena película de 1946, con respecto a la actualidad se echa en falta que provoque más sentimientos al espectador, pero el encanto de la belleza de la imágen la tiene.