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Argentina Argentina · Buenos Aires
Voto de darth_matu:
9
Thriller. Intriga. Drama Benjamín Espósito es oficial de un Juzgado de Instrucción de Buenos Aires recién retirado. Obsesionado por un brutal asesinato ocurrido veinticinco años antes, en 1974, decide escribir una novela sobre el caso, del cual fue testigo y protagonista. Reviviendo el pasado, viene también a su memoria el recuerdo de una mujer, a quien ha amado en silencio durante todos esos años. (FILMAFFINITY)
20 de agosto de 2009
22 de 28 usuarios han encontrado esta crítica útil
Como se hace para explicar el sentimiento que se genera cuando una película lo tiene todo. Cuando durante sus 128 minutos recorre las más representativas emociones humanas con una naturalidad, una frescura y una exactitud que por su veracidad y capacidad de síntesis nos asombra, nos alegra, nos conmueve, nos aterroriza y nos llena de bronca e indignación. Como describir un filme, como el de Campanella, que como una montaña rusa nos sacude, nos zamarrea del presente al pasado, del pasado al presente, de nuestra historia más oscura, de nuestro ayer más tenebroso a nuestro hoy mas inerte, mas vacio e indiferente sin avisarnos, sin anestesia, sin siquiera darnos demasiados indicios más que la mayor o menor barba de Ricardo Darín y sus incipientes arrugas mediante un maquillaje fabuloso. Como se hace para explicitar lo que se siente cuando uno presencia la secuencia fílmica más larga de la historia del cine argentino sin cambios de plano alguno, que compone la maravillosa, solemne entrada al “Palacio Tomas A. Ducó”, el estadio del club Huracán, la avalancha en la tribuna del Racing Club por el gol de la academia (se me pone la piel de gallina por la poderosa representatividad del pasional espíritu argentino que la escena contiene), y la posterior persecución del presunto asesino entre las resquebrajadas paredes del estadio. Como se hace para calificar un reparto fabuloso, compuesto por un Darín que nos transmite todo lo que le sucede en su interior con una sobriedad, una corrección, una calma exterior que nos deja sin palabras (la escena del careo con el abogado Romano es sencillamente sensacional), una Soledad Villamil que con “el secreto de sus ojos” y casi sin emitir palabra nos enamora, y un Guillermo Francella para los anaqueles de la actuación universal con una interpretación tan entrañable como deprimente, tan tierna como alocada, tan solidaria como soberbia. Como se hace para explayar el sello de Campanella, ese tobogán de sensaciones por el que nos traslada en sus cintas (el hijo de la novia, Luna de Avellaneda) que no se esfuma ni se contiene siquiera en un filme tan oscuro y con una historia tan putrefacta de fondo como el que su última producción contiene. Lastima Juan José que como tus características artísticas también lo indican te cueste demasiado el cierre, la conclusión de todo lo sucedido en una vertiente que con la misma armonía con la que se desarrollaron las dos horas anteriores culmine magistralmente tan hermosa obra, pues en su desenlace aparece quizá el punto más flojo (y el único) del filme que demasiado expuesto queda ante tanta precisión contenida en sus anteriores secuencias.
Un detalle que no opaca el brillo de sus ojos, los suyos, si, los del espectador, que al final de la película no podrá creer haber sido testigo de semejante huracán de sensaciones. Pues “El Huracán Campanella” sopló una vez más y su confirmación como el director argentino más grande de la historia ya no merece discusión.
darth_matu
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