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Argentina Argentina · Buenos Aires
Críticas de darth_matu
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Críticas 91
Críticas ordenadas por utilidad
9
13 de noviembre de 2010
51 de 56 usuarios han encontrado esta crítica útil
Si bien el surrealismo bajo el que se desplaza esta magnífica obra de Luis Buñuel da lugar a ciertas concesiones que en otros filmes consideraríamos como situaciones burdas y hasta de una concepción amateur, la significancia de cada una de las escenas de esta radiografía de una de las clases sociales más tristemente celebres de la historia moderna la convierten en uno de los mejores guiones llevados al cine de los últimos 40 años.

La riqueza de los distintos factores que pueden apreciarse en cada acto convierte esta obra en una muestra sociológica, política e histórica de aquellos que en ciertas situaciones fueron el motor del progreso, sobre todo en los años posteriores a la revolución industrial, y luego con el correr de los años se dejaron devorar por el deseo de imitar a la clase oligárquica y acomodada y la satisfacción de necesidades banales que ayudaran a mantener esa apariencia de cartón que les diera el prestigio de simplemente pertenecer a ese mundo distinguido para unos pocos (por suerte).

Buñuel pretende hacer un recuento en sus 100 minutos de filme de todas aquellas aristas que ha ido desarrollando esta clase para pasar a convertirse de la esperanza de un cambio social que equilibrara la balanza, al pináculo impulsador del agrandamiento de la brecha entre los más ricos y los más pobres.

Así primero la caracteriza como:

*Enferma por mantener las apariencias y una escala de valores y buenas costumbres que se derrumba con sus actos de corrupción e infidelidad que suelen practicar a escondidas.

* En las antípodas de la juventud de izquierda revolucionaria a la que durante los diferentes procesos militares que azotaron a hispanoamerica y España ayudo a denunciar y exterminar

* Con la religión a su servicio y amistad como un perro faldero que quiere acomodarse en el recoveco más cálido de la casa hasta que la tormenta amaine

* Como una hoguera de las vanidades donde los defectos físicos no son soportados, donde no hay lugar para el amor y la amistad, solo la lujuria y el ascenso económico son sus máximas de vida

* Con el ejercito como aliado y a quien le brinda asilo y colaboración para su accionar contra las masas libertarias que luchan por el mismo cambio social que siglos atrás la burguesía pareció encaminar y por sus propias ambiciones quedo trunco

Sigo en el spoiler sin revelar nada
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
darth_matu
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9
14 de abril de 2010
25 de 28 usuarios han encontrado esta crítica útil
Zorba es una película rara, de esas que no abundan en la cinematografía, pues es una cinta conmovedora, entrañable, cosa que logra sin proponérselo en ningún momento, sin demostrar en una sola escena una mínima intención de forzar una situación con el fin de despertar una moraleja o arrancar una lagrima al espectador. Simplemente alcanza esta categoría mostrando lo cotidiano, lo real, lo abrupto, lo chocante y hasta por momentos repugnante de una sociedad distinta, de un paraje apartado del mundo occidental como lo conocemos, habitado por personas que sin embargo pese a las enormes diferencias con los extranjeros ultra civilizados que llegan como turistas hasta allí (representados en la figura de un Alan Bates en un papel difícil, por su sumisa personalidad, ante la extravagancia de Zorba, la cual el actor británico representa sin caer en la bobería fácil ni en la explicitación desmesurada de sus muchas falencias sociales) y que sin embargo no son mejores ni peores, solo diferentes.

Es así que Cacoyannis logra lo que pocos. Nos representa un guion perfecto, tragicómico, donde la muerte no es una fatalidad insuperable, sino una circunstancia mas, muy dolorosa, pero una más en el camino de la vida, y donde los personajes se pasean con un pasado lleno de luces y sombras, con defectos y virtudes, con actitudes civilizadas y acciones irracionales, en fin, ni malos ni buenos, simplemente humanos. Una historia que además nos ofrece profundos diálogos en situaciones cotidianas, expresiones filosóficas en lugares y momentos comunes y explayadas con un léxico natural, descontracturado.

Y mientras nos pinta este cuadro real y crudo, Cacoyannis nos ofrece una estrella en medio del fango, una bocanada de respiro entre tanta presión, un personaje que todos queremos ser pero pocos realmente aceptaríamos serlo por lo que su carácter significa: Zorba, el loco lindo, el irresponsable, el amado y odiado, el extremista, el que no tiene posesiones ni ancla en la vida, el nómade al que nada le importa, el que baila en el funeral de su hijo. Ese al que le pedimos que nos enseñe a bailar para por lo menos durante un instante sentir lo que él siente en su particular mundo. Pero luego del baile, del vino, del cordero, de la risa irresponsable y despreocupada, ya queremos dejar atrás y regresar a nuestra sociedad, a la comodidad de nuestro hogar occidental con no más que un recuerdo nostálgico de él que nos despierte sonrisas en las tardes de domingo.
Pues la forma de caminar al mundo de Zorba no es para cualquiera, y está bien que así sea.
darth_matu
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Akira
Japón1988
7.6
59,261
Animación
9
31 de diciembre de 2009
19 de 20 usuarios han encontrado esta crítica útil
Es cierto que la obra cumbre de Otomo cuenta con un guión confuso y poco explicativo. Que entender cada una de las circunstancias que rodean al filme es una ardua tarea que solo puede llevarse a cabo con más de una visión de la película. Es cierto también, que muchas cuestiones se presentan sueltas, con cabos demasiado libres, no encadenados, que navegan por esos 124 minutos ofreciéndonos indicios como un rompecabezas al que le faltan un par de piezas y cuyo paisaje final nunca vamos a terminar de armar, sino que por el contrario, con lo que tenemos, que no es poco, debemos imaginar. Pero es justamente en esa instancia donde la obra de Otomo se vuelve deliciosa, única, simplemente bella: En el momento en que ese argumento tan difusamente presentado entra en nuestra psiquis y comienza una reacción en cadena que llevan a nuestra imaginación a puertas insospechados cuando comenzamos a ver el filme (sobre todo para los que no leímos el comic). Y es que las justificaciones de todo lo que sucede en su transcurrir también son difusas, es decir, ni los propios protagonistas tienen en claro porque sucede lo que sucede, porque Tetsuo tiene los poderes que tiene de la noche a la mañana, porque “Akira” es lo que es, porque su inmenso poder desató la tercera guerra mundial 31 años atrás arrasando con toda la vieja ciudad de Tokio, o si realmente la causa de este nuevo holocausto fue otra. Solo los tres niños que viven en cautiverio en bases militares y que poseen habilidades muy superiores al resto de los mortales parecen conocer toda “la verdad” sobre este asunto. Solo ellos denotan saber todas las respuestas que los espectadores y los mismos protagonistas se hacen durante el filme y se continúan haciendo una vez terminado este. Y su respuesta es sencilla aunque no menos impactante: “Todavía no están, no estamos listos para conocer la verdad y saber qué hacer con ella”. Esa verdad es el control de la “Energía Absoluta”, la que contiene “Akira”, la que contiene Tetsuo, la que contenemos todos en nuestro interior dormida y que en algún momento de la vida se revela, o no, como una erupción indetenible en el seno del volcán inactivo que cada ser humano es. Esa energía que junto a los recuerdo del mismísimo inicio del Universo descansan en nuestra esencia, en nuestra misma genética esperando el tiempo y el momento apropiados para ser manifestados. Tan exquisito argumento, tan fenomenal teoría no necesita una exhaustiva explicación.
“Akira” no abandono las historietas y se hizo celuloide para explicarnos cada uno de las situaciones que plantea sino para que entremos en un viaje espiritual de 124 minutos que pocas veces creí alcanzar observando una obra de dibujos animados.
Hoy me convencí de eso. Hoy simplemente disfruté de “Akira” sin buscar todos sus porque.
darth_matu
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9
22 de septiembre de 2009
20 de 23 usuarios han encontrado esta crítica útil
No me jodan, cuando Eliseo Subiela hizo esta película no estaba en la Argentina híper inflacionaria, en plena reconstrucción social y psicológica luego de la masacre de los años 70 y mamando una escuela de cine naturalista de planos secuencia largos que mucho buscan decir y nada transmiten cayendo en la tantas veces reiterada “filosofía barata”. No, no, a mi no me lo cuenten, Subiela volaba por una de las lunas de Júpiter o por los anillos de Saturno cuando ideó esta maravillosa historia, pues a quien podía ocurrírsele que en un país devastado económicamente y con un Estado casi ausente en lo que financiación de filmes nacionales se refería (aunque también en todo sentido) hacer una cinta de un extraterrestre que encerrado voluntariamente en un manicomio busca salvar a los más débiles de la humanidad, aquellos que no tienen oportunidad en un sistema neoliberal que comenzaba a mostrar sus hilachas más espinosas y crueles en toda Latinoamérica. Que con sus miradas perdidas y su insensibilidad natural se llama a sí mismo una proyección espacial de lo que realmente es, logra conmovernos hasta erizarnos la piel (la escena del himno a la alegría quedará guardada en la historia de la filmografía) y convencer a un escéptico Dr. Denis, hasta llevarlo a la real certeza de no saber la naturaleza de ese tal Rantés que tenía delante suyo el cual por muchos indicios no pertenecía a este mundo aunque por algunos otros era un ser enfermo, de pasado tenebroso y muy necesitado de afecto y compasión. Con un guion absolutamente descollante, plagado de diálogos de profundidad sociológica (mas que diálogos, monólogos de un congelado poeta de inertes ojos de tiburón interpretado por un sensacionalmente sobrio Hugo Soto), una banda sonora oscura y futurista provista por una de las luminarias de la música nacional como Pedro Aznar, y de la mano de un director que nació en la transgresión y con una impronta propia que lo señalaban como una distinción en un opaco cine argentino, “Hombre mirando al Sudeste” se ubica entre las 10 mejores producciones de este país, solo ensombrecida por una muy pobre dirección de actores que, con excepción del ya mencionado Soto, conformaron interpretaciones tan vacías como cuadradas e infantilmente leídas como las de Lorenzo Quinteros e Inés Vernengo.
El resto, pura magia, pura ciencia-ficción sin un solo efecto especial, pura poesía sin una sola prosa, pura emoción sin una sola lagrima.
darth_matu
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9
20 de agosto de 2009
22 de 28 usuarios han encontrado esta crítica útil
Como se hace para explicar el sentimiento que se genera cuando una película lo tiene todo. Cuando durante sus 128 minutos recorre las más representativas emociones humanas con una naturalidad, una frescura y una exactitud que por su veracidad y capacidad de síntesis nos asombra, nos alegra, nos conmueve, nos aterroriza y nos llena de bronca e indignación. Como describir un filme, como el de Campanella, que como una montaña rusa nos sacude, nos zamarrea del presente al pasado, del pasado al presente, de nuestra historia más oscura, de nuestro ayer más tenebroso a nuestro hoy mas inerte, mas vacio e indiferente sin avisarnos, sin anestesia, sin siquiera darnos demasiados indicios más que la mayor o menor barba de Ricardo Darín y sus incipientes arrugas mediante un maquillaje fabuloso. Como se hace para explicitar lo que se siente cuando uno presencia la secuencia fílmica más larga de la historia del cine argentino sin cambios de plano alguno, que compone la maravillosa, solemne entrada al “Palacio Tomas A. Ducó”, el estadio del club Huracán, la avalancha en la tribuna del Racing Club por el gol de la academia (se me pone la piel de gallina por la poderosa representatividad del pasional espíritu argentino que la escena contiene), y la posterior persecución del presunto asesino entre las resquebrajadas paredes del estadio. Como se hace para calificar un reparto fabuloso, compuesto por un Darín que nos transmite todo lo que le sucede en su interior con una sobriedad, una corrección, una calma exterior que nos deja sin palabras (la escena del careo con el abogado Romano es sencillamente sensacional), una Soledad Villamil que con “el secreto de sus ojos” y casi sin emitir palabra nos enamora, y un Guillermo Francella para los anaqueles de la actuación universal con una interpretación tan entrañable como deprimente, tan tierna como alocada, tan solidaria como soberbia. Como se hace para explayar el sello de Campanella, ese tobogán de sensaciones por el que nos traslada en sus cintas (el hijo de la novia, Luna de Avellaneda) que no se esfuma ni se contiene siquiera en un filme tan oscuro y con una historia tan putrefacta de fondo como el que su última producción contiene. Lastima Juan José que como tus características artísticas también lo indican te cueste demasiado el cierre, la conclusión de todo lo sucedido en una vertiente que con la misma armonía con la que se desarrollaron las dos horas anteriores culmine magistralmente tan hermosa obra, pues en su desenlace aparece quizá el punto más flojo (y el único) del filme que demasiado expuesto queda ante tanta precisión contenida en sus anteriores secuencias.
Un detalle que no opaca el brillo de sus ojos, los suyos, si, los del espectador, que al final de la película no podrá creer haber sido testigo de semejante huracán de sensaciones. Pues “El Huracán Campanella” sopló una vez más y su confirmación como el director argentino más grande de la historia ya no merece discusión.
darth_matu
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