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España España · barcelona
Voto de avanti:
9
Fantástico. Comedia. Romance Lucy Muir es una joven viuda que decide irse a vivir a orillas del mar, a una casa encantada que perteneció al capitán Gegg, un marinero cuyo fantasma se le aparece. Al principio, el capitán utiliza los mismos trucos que le sirvieron para librarse de otros inquilinos, pero con Lucy no funcionan. (FILMAFFINITY)
30 de mayo de 2018
3 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
The ghost and Mrs. Muir (El fantasma y la señora Muir) (1947) dirigida por Joseph L. Mankiewicz, responsable de absolutas páginas cinematográficas como El castillo de Dragonwyck) (1946), Eva al desnudo (1950), o Mujeres en Venecia (1967) entre otros grandes títulos, amplía su esplendida producción cinematográfica hasta los años 70. El brillante guión de Philip Dunne, sobre la novela de R.A. Dick (pseudónimo de Josephine Leslie), la impresionante banda sonora de Bernard Herrmann a la que incorpora su particular versión del hechizante Adagio para cuerda de Samuel Barber asociado a la melancolía y la atracción, junto a la brillante fotografía de Charles Lang Jr., completa uno de los resultados cinematográficos más evocadores del fantasmagórico mundo de lo inexplicable, no apto para suspicaces recalcitrantes, aprovechados personajillos abrillantados y taciturnos habituales de lo cotidiano.

Gran panorámica sobre el siempre embravecido mar, nos lleva mediante un ágil y volátil plano aéreo sobre el bullicio de los mortales enfrascados en sus quehaceres ignorando lo que está aconteciendo en el salón de los Muir donde un destacado manejo del plano fijo, medio y contraplano, nos muestra a Angelica (Isobel Elsom) la madre y Eva (Victoria Horne) su estirada hija, tratando por todos los medios de convencer a la viuda Lucy Muir (Gene Tierney) para que no abandone la casa donde convivió con su difunto marido, hermano de Eva.

La interesante secuencia con doble plano simultaneo y acertada profundidad de campo, nos muestra el interés por conocer el destino inmediato de la fiel sirvienta Martha Huggins (Edna Best) y la pequeña Anna Muir (Natalie Wood) atentas a lo que está aconteciendo en el salón de los Muir; la transgresora decisión tomada por la viuda, cambiará para siempre el rumbo de nuestras protagonistas. Nuevos aires, otro techo, un nuevo lugar esperan a la pequeña Anna, Lucy, su madre, y a la inseparable Martha, a lo que la música de Bernard Herrmann le pone el color emocional complementario; pero antes, el protocolo necesario.

El señor Coombe (Robert Coote) agente inmobiliario de ideas fijas, a cargo de la agencia Jtchen, Boles & Coombe, no consigue hacer desistir a Lucy Muir, sobre la inconveniencia de alquilar la casa de La Gaviota oteando sobre el mar, amplia, luminosa y… encantada por algo o alguien que puntualmente, con alguna más que reprobable acción, consigue espantar a todo humano que se atreve a habitarla. Haciendo caso omiso a las advertencias del arrendador, de las historias oídas, de los inexplicables ruidos y las asustadizas carcajadas del más allá, la decidida señora Muir da el paso definitivo para alquilar la vivienda, incluyendo el retrato del capitán Daniel Gregg (Rex Harrison) sobre el que exista una leyenda... El brillante manejo del claroscuro y algunas angulaciones dan soporte a la escena en la que el marinero del retrato contacta entre discusiones con la perturbadora inquilina.

Miles Fairley (George Sanders) es el actor perfecto para el personaje que representa (a su filmografía me remito), en este caso, el personaje es un intruso caprichoso y desestabilizador en la historia que nos ocupa, aprovechado entre los vivos y pretendido conquistador, creando falsas ilusiones, mintiendo y desestabilizando a la viuda Muir, afectando a sus expectativas sentimentales. Joseph L. Mankiewicz en un alarde de síntesis narrativa por medio de la elipsis, nos hace volar sobre el desengaño amoroso, la mayoría de edad, el noviazgo de su hija, y la nieta que le proporciona por medio de la magistral aplicación narrativa, transportándonos hasta el desenlace final donde el olvidado retrato de Gregg vuelve a estar en su lugar.

El inevitable paso del tiempo para los mortales, nos muestra a una Lucy Muir cansada, llena de melancolía, repleta de añoranzas entre embravecidas galernas, rachas marinas de sudoeste y explosivas tormentas entre atronadoras velas al viento pasando frente a la consumida Lucia, exhalando vida para regresar al etéreo estado de levitación y de enamoramiento como jamás nadie pudo sentir por un fantasma enamorado. Puro romanticismo cinematográfico de un Mankiewicz entregado en una historia bellamente hechizada por la infinitud marina convertida en puro poema visual y sonoro: ¡Autentica delicia cinematográfica con ilimitadas emociones por descubrir en cualquiera de sus visionados!
avanti
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