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Voto de Strhoeimniano:
10
Drama En México, a principios del siglo XX, el humilde cura Nazarín comparte su pobreza con los necesitados que habitan alrededor del mesón de Chanfa. Después de proteger a una prostituta que provoca el incendio del mesón, Nazarín se ve obligado a abandonar el lugar. A lo largo de su camino, sus acciones, determinadas por su concepto de la caridad cristiana, provocarán una serie de conflictos. (FILMAFFINITY)
20 de febrero de 2006
43 de 51 usuarios han encontrado esta crítica útil
Es el primer encuentro de los tres que tendrá, y que darían lugar a tres obras maestras, del genio de Buñuel con el de Benito P. Galdós. Parece ser que la adoración de Buñuel por el escritor venía ya de lejos, de la etapa de Filmofono, y tuvo incluso un intento fallido de adaptar “Dª. Perfecta”; pero no fue hasta diez años después de este intento, en el que entró de lleno en el universo galdosiano para hacerlo suyo.
La película, un gran fresco, narra un viaje a la desilusión desde la profunda verdad y bondad de Nazarín (es la bondad sin medida, comparable a Cristo), que conlleva su expulsión de la ciudad por una Iglesia más llena de “escribas” que de santos, hasta su final como hombre (no como intermediario de Dios). Este viaje, que emprende en compañía de dos mujeres (una despechada por su amante y la otra una prostituta digna de lástima que Nazarín a ocultado a la policía) para practicar la caridad y vivir el Evangelio. Este modo de vida, al que no puede renunciar, lo convierte involuntariamente en un esquirol y también causa de un derramamiento de sangre, y cada nueva etapa en el viaje (en la que se pasa revista no sólo a lo sacro, sino también a la maldad que el hombre tiene de por sí, como en la magnífica secuencia de la moribunda que en sus últimos momentos renuncia a Dios por su amante), serán mayores los sacrificios y sufrimientos hasta terminar en la cárcel.
Buñuel, para esta ocasión, nos presenta no una película de buenos y malos, sino de los roles que juegan estos sentimientos. Mientras que el bien es pasivo (a su paso la injusticia continúa; no ve la interacción entre el bien y el mal, no quiere verla), el mal (la acción se desarrolla en el México del dictador Porfirio Díaz) es activo.
La película está llena de simbolismos, tan del gusto del autor; pero está rodada con esa economía que él llamaba “la dictadura de las tres semanas”, lo que le lleva a rodar con pocos planos, en los que no faltan sus habituales insertos (la navaja del ladrón, las piernas, los botines...). Tiene, por supuesto, la colaboración de Gustavo Figueroa, al que le costaba, acostumbrado como estaba a la belleza, dar la aridez y crudeza de esta historia.
Esta película es el primer encuentro con Paco Rabal, que aquí borda sencillamente el papel (el plano final de la película, uno de los más enigmáticos de toda su filmografía, es estremecedor).
Una película que ha ganado con el paso de los años, pero que desde el primer momento estremeció (J. Houston no paró de llamar a Cannes para que la seleccionaran), ganando el Premio Internacional del Jurado. Como anécdota, estuvo a punto de ganar el premio de la Oficina Católica; le salvó su respuesta: “Gracias a Dios, todavía soy ateo”. Yo añadiría más: ¡Gracias a Buñuel, que nos quedan sus películas!
Strhoeimniano
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