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España España · MADRID
Voto de Laura:
7
Drama. Romance Violette está en edad de casarse cuando en 1852 su pueblo es brutalmente privado de todos sus hombres tras la represión ordenada por Napoleón III. Las mujeres pasan meses en aislamiento total. Desesperadas por ver a sus hombres de nuevo, hacen un juramento: si un hombre viene, será para todas. La vida debe continuar en el vientre de todas y cada una de ellas. (FILMAFFINITY)
20 de junio de 2018
6 de 7 usuarios han encontrado esta crítica útil
La primera película de Marine Francen, ayudante de dirección de realizadores como Oliver Assayas o Michael Haneke, nos sitúa en 1852 para contarnos las consecuencias de la represión de las tropas de Napoleón contra un pequeño pueblo de los Alpes, al que han privado de todos sus hombres, por el apoyo de éstos a la República. Las mujeres se quedan así solas sin saber si sus hombres regresarán, en un estado aletargado, pero que no está exento de una profunda sororidad. Hay una secuencia muy significativa en la que el grupo de mujeres se unen, entre el diluvio, para sujetar una larga escalera que permite a una de ellas arreglar el tejado del cobertizo. Por muchos recelos que tengan en una situación extrema las mujeres se unen para subsistir.
No obstante la película está basada en el relato L`homme semence, cuyo título es más acertado que la traducción española, y por lo tanto el catalizador de la historia va a ser la presencia masculina. En los periodos de descanso, tras la siega del trigo, las mujeres han especulado sobre la aparición de un hombre, pero la llegada repentina de Jean, un tipo que dice ser herrero, va a sacar a flote los instintos más primarios de todas esas mujeres. Por cosas del azar Violette, la protagonista de la cinta a la que da vida con una gran entereza la actriz Pauline Burlet, es la que se topa primero con Jean, lo que le da prioridad para intimar con él. Sin embargo, las mujeres habían acordado repartirse al hombre que llegase y poco tardan en reclamar su parte del pastel. No puede decirse que sea una actitud moralmente aceptable, pero las mujeres temen por la extinción del pueblo y en Jean ven la posibilidad de continuar el ciclo de la vida.
El ciclo de la vida será durante todo el metraje un motivo recurrente, a través del agua cristalina que recorre los campos con un claro simbolismo purificador, aunque en algún momento de tensión dramática llega a ensuciarse, y mediante el trigo, símbolo de ese ciclo vital (crecimiento, maduración y vuelta a la tierra) que las mujeres sienten muy profundamente. Es precisamente en las secuencias de la cosecha donde la película va a destacar, gracias a su esteticista puesta en escena que en muchos momentos recuerda una pintura naturalista.
Al mismo tiempo es muy llamativo el formato (1:33) que escoge la directora y que aunque al principio nos descoloque, finalmente consigue hacer hincapié en la tensión, la angustia y la desconexión total en la que vive este grupo de mujeres. Aunque quizás esa economía escénica contribuye a la frialdad general de la cinta que no logra traspasar la frontera de las emociones.
Laura Acosta
planoamericano.wordpress.com
Laura
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