Del mismo director de “diarios de motocicleta”, es esta historia que se desarrolla en Brasil a principios del siglo pasado. “Abril despezado”, es un titulo que ya dice mucho de la historia. En ese abril del 1910, se conjugan la eterna venganza (sin ninguna vencida o más bien, las dos familias tienen todas las batallas perdidas) de dos familias de un pueblo que queda quizás en ninguna parte. Los elementos a generar el verbo “vengar”, son dos familias (una en mejor posición que la otra) que desde generaciones atrás, han venido disputando de forma violenta el territorio, pagando con la vida de uno primogénitos de cada una…como si se rotaran el turno. Ya la tensión es tal y se ha escrito tal historia de confrontación y violencia, que el pagar con la vida, dar un hijo para que vaya al matadero como un cordero es cuestión de honor. Como al mejor estilo de Shakespeare, o de cualquier contexto latinoamericano (o bueno, hasta en cualquier espacio geográfico mundial, pues “por ahí” hay otras invasiones bárbaras), la historia nos ubica en ese abril de 1910, cuando tras la muerte de su hermano, Tonio debe vengarse de esta familia (la que tiene más poder) culpable de su muerte….pero ya, una vez la venganza la sentencia está dada como “crónica de una muerte anunciada”, salvo que el hermano vengador sabe la fecha de su muerte, y debe asumirlo para no deshonrar a su familia, por lo cual se queda en el sitio, su hermano menor, “Pacu” es quien contará la historia.
A mitad de película me preguntaba ¿cómo es que se dan estos cambios de tradiciones, de valores en la familia (los más arraigados), hasta tal punto que hoy no veamos este “ideal” de honor, donde el orgullo tiene el valor de la vida? (bueno, un poco ingenuo pensar que las cosas han cambiado mucho). La respuesta me la dio inmediatamente Pacu, un niño que aún no tiene nombre y no sabe leer ni escribir. Pero lo que sí sabía Pacu, era la historia de muerte, también sabía cuánto quería a su hermano, por lo cual gesta el cambio de dirección de esta historia que pareciera condenada a repetirse (por ahí dicen, que “quien no conoce su historia está condenado a repetirla”). Pacu, representa el cambio de pensamiento y de valores en esa generación, y los hace acción. Este niño, con su lenguaje propio de ingenuidad, de imaginación, recrea ese cuento de fantasía que ha leído por los dibujos, ese mismo cuento que le regala esa sirena de magia y ese cirquero.
...sigo en el spoiler...