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Drama
La Iglesia Católica atraviesa un momento complicado en Checoslovaquia a principios de los años 80. El régimen comunista amenaza con destruir la institución y la somete a un estricto control, por lo que se ve obligada a aceptar ciertas restricciones relacionadas con la libertad de creencias y de expresión. El clérigo está dividido entre la "iglesia de las catacumbas", que mantiene el contacto con el Vaticano y con la prensa occidental, y ... [+]
31 de octubre de 2020
18 de 24 usuarios han encontrado esta crítica útil
Años 80, siglo XX, Checoeslovaquia: tras la “Primavera de Praga” (y su “socialismo de rostro humano”), aplastada por las tropas del Pacto de Varsovia, el régimen checoeslovaco continúa controlando a su población y a una institución como la Iglesia Católica, cuya jerarquía se ha plegado a los mandatos de la seguridad del Estado (incluida, aparte la obediencia, la delación).
Estamos en un seminario eslovaco, donde la rutina de la enseñanza y de la vigilancia será rota por un cura rebelde (que realiza ordenaciones sacerdotales clandestinas) y unos jóvenes motivados por su ejemplo, por la inocencia de la edad y por la necesidad de la emulación y el amor amical. Un congreso de la Iglesia católica afín al régimen y un asesinato, desencadenarán los hechos.
Los seminaristas acabarán rebelándose o manifestando su disconformidad a través de una huelga de hambre. Una huelga que será reprimida por las propia autoridades del seminario (echamos de menos el papel de la jerarquía católica checoeslovaca) y por la autoridades políticas y su aparato de represión.
Los vientos de la historia van hoy por otros derroteros, por lo que acercarse a esta historia podía suponer recibir una tufarada tóxica desde un pasado enviado al crematorio de la Historia (con mayúscula).
El director lo sortea con inteligencia y arte. Lo que le importa (y nos importa como espectadores, o me importa a mí), es su acercamiento a cada uno de los héroes de este drama: los chicos seminaristas, los sacerdotes profesores, los esbirros de la seguridad del Estado… Una mirada humana, muy humana, sobre ellos y sus vicisitudes. Cada uno tiene su responsabilidad individual (y por ella tienen que responder), pero no podemos olvidar el contexto de opresión y miseria moral.
Y ahora viene lo grande de esta película: esa miseria y opresión pueden expresarse de varias formas. El director ha optado por hacerlo con las siguientes (me parece): un riguroso blanco y negro, un argumento que tiene algo de rompecabezas (la vida es confusión), o unas tomas muy bien pensadas y con cierto riesgo estético, como son las cenitales (estilo Hitchcock)… O la propia música, desasosegante, rota al final por una pieza barroca.
“No estamos en este mundo para ser felices”, dice un cura profesor a un discípulo. Esta es una de las cuestiones que rondan el film. Un film frío, que marca distanciamiento para que no nos engañemos con sensiblerías…
Notable película.
Estamos en un seminario eslovaco, donde la rutina de la enseñanza y de la vigilancia será rota por un cura rebelde (que realiza ordenaciones sacerdotales clandestinas) y unos jóvenes motivados por su ejemplo, por la inocencia de la edad y por la necesidad de la emulación y el amor amical. Un congreso de la Iglesia católica afín al régimen y un asesinato, desencadenarán los hechos.
Los seminaristas acabarán rebelándose o manifestando su disconformidad a través de una huelga de hambre. Una huelga que será reprimida por las propia autoridades del seminario (echamos de menos el papel de la jerarquía católica checoeslovaca) y por la autoridades políticas y su aparato de represión.
Los vientos de la historia van hoy por otros derroteros, por lo que acercarse a esta historia podía suponer recibir una tufarada tóxica desde un pasado enviado al crematorio de la Historia (con mayúscula).
El director lo sortea con inteligencia y arte. Lo que le importa (y nos importa como espectadores, o me importa a mí), es su acercamiento a cada uno de los héroes de este drama: los chicos seminaristas, los sacerdotes profesores, los esbirros de la seguridad del Estado… Una mirada humana, muy humana, sobre ellos y sus vicisitudes. Cada uno tiene su responsabilidad individual (y por ella tienen que responder), pero no podemos olvidar el contexto de opresión y miseria moral.
Y ahora viene lo grande de esta película: esa miseria y opresión pueden expresarse de varias formas. El director ha optado por hacerlo con las siguientes (me parece): un riguroso blanco y negro, un argumento que tiene algo de rompecabezas (la vida es confusión), o unas tomas muy bien pensadas y con cierto riesgo estético, como son las cenitales (estilo Hitchcock)… O la propia música, desasosegante, rota al final por una pieza barroca.
“No estamos en este mundo para ser felices”, dice un cura profesor a un discípulo. Esta es una de las cuestiones que rondan el film. Un film frío, que marca distanciamiento para que no nos engañemos con sensiblerías…
Notable película.