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Voto de Machu Picchu:
8
Drama Malcolm Little (1925–1965) nació en Omaha (Nebraska). Su padre, ministro baptista, murió siendo él niño, y su madre acabó en un psiquiátrico cuando el Ku Klux Klan incendió su casa. Después de ser rechazado por el ejército, cayó en la delincuencia y fue a parar a la cárcel. Allí se convirtió al Islam y cambió radicalmente su vida, convirtiéndose pronto en un carismático líder del movimiento de liberación de la comunidad negra norteamericana. (FILMAFFINITY) [+]
9 de octubre de 2007
32 de 38 usuarios han encontrado esta crítica útil
Denzel Washington ganó como Mejor Actor en el Festival de Berlín, además fue nominado en los Premios Oscar y en los Premios Golden Globes. En Berlín también fue nominado el film al Premio Oso de Oro como Mejor Película.

Malcolm Little, tras el asesinato de su padre por parte del Ku Kux Klan, vivió una juventud frívola y delictiva, primero en Boston y más tarde en el Harlem neoyorkino. Apresado en Charlestown, sufre una profunda transformación espiritual, al hacerse musulmán. A su salida de la cárcel alcanzó gran popularidad –ya con el apelativo de Malcolm X– como ministro de la Nación del Islam. Este grupo fundamentalista profesaba la supremacía de la raza negra y la lucha por sus derechos "a través de cualquier medio necesario", incluida la violencia.

A pesar de algunas caídas de ritmo (comprensibles en un metraje de más de tres horas), el film tiene un gran vigor narrativo y visual, y ofrece tomas subjetivas, cambios de secuencia, flash-backs y movimientos de cámara originalísimos, con los que Lee experimenta nuevas formas de lenguaje cinematográfico. Esta calidad estética –también muy bien envuelta fotográfica y musicalmente– y la sensacional interpretación de Denzel Washington constituyen lo mejor de la película.

Lee intenta superar la tradicional imagen de Malcolm X como abanderado de la violencia en la lucha por los derechos de los negros. Según la película, Malcolm X era un ser complejo, cuya personalidad fue evolucionando a lo largo de los años, aun sin abandonar un cierto racismo negro. Más discutible resulta la encendida apología que hace el film de la religión islámica, presentada como único credo capaz de resolver el problema del racismo. Sorprende sobre todo porque está llena de prejuicios anticristianos, algunos aportados por Spike Lee, pues no aparecen en la Autobiografía de Malcolm X. Cabría pensar que, al menos, se condena el fundamentalismo extremo y se acepta implícitamente la trascendencia humana. Pero no parece sincera esta aceptación, ausente en las demás películas de Lee, en las que, por el contrario, sí abundan las referencias negativas al cristianismo. Quizá adopta Spike Lee esa visión islámica simplemente como mal menor –tenía que ser fiel a la realidad de los hechos– y porque sin duda le resulta más útil como palestra de su proverbial crítica corrosiva al racismo y, en general, al sistema de la sociedad norteamericana.
Machu Picchu
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