Quizá estemos ante el mejor thriller español de los últimos veinte años, y ante uno de los mejores del cine europeo, también. El ejemplo perfecto de lo que está siendo el cine español por antonomasia en estos últimos años. Lo que queda claro es que se trata de una gran película que demuestra, por fin, que el cine patrio ha entrado en otro nivel.
La trama es más que interesante, te mantiene pegado al sillón durante todo lo que dura la película; el desarrollo de la trama es genial, así como la forma. Las interpretaciones, asimismo, son desbordantes.
Cine policiaco del bueno, de muchos quilates de calidad, que por momentos llega incluso a recordar a series tan aclamadas como “True detective”. Una trama criminal como pocas veces hemos visto tratadas en nuestro cine, en un ambiente retratado con minuciosidad y con unas interpretaciones magníficas, con esa pareja de policías de métodos opuestos y de personalidades contradictorias que se mueven en un ambiente hostil en el que se nota el recelo que despiertan entre los lugareños, con un gran Raúl Arévalo y un sencillamente inconmensurable Javier Gutiérrez, que con un sólo gesto es capaz de transmitir tantas cosas. Un thriller que se nutre de tópicos para superarlos.
Pocas personas, entre las que me incluyo, podíamos imaginar que nuestro cine iba a ser capaz de realizar semejante peliculón. Y lo digo porque hemos crecido con películas sobre la Guerra Civil y con películas en las que las escenas eróticas eran lo principal. Aquí tenemos nuestra referencia de rigor a la Guerra, pero no puede ser más pertinente. Un retrato certero de una época, de unos personajes y de unos paisajes y forma de ser. No se ha prodigado mucho nuestro cine en este sentido y es sorprendente cómo se ve reflejan paisajes de esta España nuestra, de esta Andalucía mía como antes no se había visto. Una fenomenal película que recomiendo si alguien no la ha visto aún (o si alguien lee alguna vez estas líneas).