La primera película del bueno de Schwarzenegger tras su carrera política es un correcto thriller de acción que pasará a la historia (si pasa) por ser precisamente eso, la primera película de Arnie tras dejar de ser Gobernador en California. Porque no se puede sacar mucho más de ella. De hecho, parece ser un homenaje a western de bastante más calado que este film, como puede ser “Solo ante el peligro”. Claro que el homenaje debe coger una escalera de bomberos para llegar a la suela del zapato de la homenajeada, claro está.
Un pueblo del sur de Estados Unidos, fronterizo con México, y en el que nunca pasa nada es el lugar elegido por un capo de la droga que se ha escapado de la cárcel para pasar la frontera pero lo que no sabe es que el sheriff de ese lugar tranquilo en el que nunca pasa nada es ni más ni menos que Arnold Schwarzenegger que, sólo con la ayuda de sus subordinados, hará frente a un ejército de traficantes de droga armados hasta los dientes.
La película no tiene muchas pretensiones y eso se agradece. No es un estudio de personajes ni una reflexión del daño que la droga ocasiona a la sociedad ni aspira a ello. Es una película que lo único que persigue es que el espectador pase un buen rato y se divierta poniendo el cerebro en off. Lo que sí se puede decir es que se trata de una película muy sangrienta, demasiado violenta de una forma excesivamente gratuita.
El reparto, aparte de Arnie con el piloto automático puesto (que ya es decir), se completa con Forrest Whitaker que está empeñado en desperdiciar su talento; Rodrigo Santoro que luce palmito por aquí y Eduardo Noriega que cae en algunos fallos del primer Banderas: el doblarse a sí mismo y la sobreactuación. Hay que ver lo curioso que resulta lo que pasa con algunos personajes del cine español. Se dedican a despotricar sobre el cine americano, sobre Hollywood y su sistema de industria pero luego pierden el culo por rodar allí aunque sea haciendo el típico papel de capo de la droga mexicano.