Mi calificación de "mala" la sostengo a regañadientes, porque no apunta a "defectos" sino a algo más general, más de fondo, que es el exceso de goce por parte del director (algo que a algunos les gusta, y a otros nos echa para atrás).
Los que de adolescentes nos entusiasmamos con Ken Russell y luego cambiamos de opinión, ahora podemos ahorrarnos otro escarmiento con Mr. Lynch. Por otro lado, el recurso del hermetismo, que sirvió en los 60-70 para darse importancia (a ambos lados de la pantalla), ¡qué vergüenza nos da ahora! Y sin embargo, por lo visto todo vuelve...
Seguramente hay muchas maneras de mirar una película, y algo tendrá el agua cuando la bendicen. Lynch no puede ser un "mal director" y punto. Pero sus recursos son difíciles de admitir para los que hace cuarenta años nos sentíamos obligados a acometer ciertas oscuridades fílmicas con un manual de instrucciones, o nos dejábamos impresionar por la desmesura multicolor de un surrealismo anacrónico.
Twin Peaks tiene, pues, esa mezcla de setentismo cursi y petulancia simbolista: USA y Francia, grandes usinas de buen cine, pero en este caso, lo peor de cada casa.
Sé que me pierdo la emoción que -estoy seguro- sacude a aquellos/as que disfrutan con esta obra. Pero, ¡qué remedio! Todo no se puede...