En su primera tentativa de abordar la pantalla grande, hace ya más de 20 años, los superhéroes intergalácticos disfrazados como los quesitos del Trivial mantuvieron a parte de su reparto original; no obstante, por entonces se optó por trasladar sus aventuras a un contexto distinto, perpretrando una distracción pulp de sesión matinal, alejada del género tokusatsu de la franquicia nipona primigenia 'Super Sentai', y cambiando las batallas de mechas -monstruos y robots gigantes, para entendernos- por pajarracos gigantes que habrían hecho sentir vergüenza a Jim Henson, guerreros milenarios de cartón piedra, esqueletos de dinosaurio que cobran vida y una amazona alienígena con vestuario de peli porno que instruía en las artes ninja a aquellos cinco guerreros adolescentes que ya bordeaban la treintena.
Esta vez es Dean Israelite (Project Almanac) quien toma el relevo del desaparecido -profesionalmente hablando, claro- Bryan Spicer para jugar sus bazas a la inversa: mantener el mismo punto de partida que las historietas creadas por Haim Saban y Shuki Levy para la televisión, incluyendo uno por uno a los mismos personajes, pero reciclándolos y cambiándoles la cara -y hasta el color de piel- porque los años y los kilos no han pasado en balde para ninguno de aquellos ex rangers que ya sobrepasan los 40.
Por lo demás, no hay ninguna alteración relevante -salvo el nuevo origen otorgado a la archienemiga Rita Repulsa como ex miembro de la patrulla de superhéroes- y todo termina pareciendo un episodio alargado de los mismos que nos tragábamos hace dos décadas a la hora de la merienda.
Rita Repulsa (Elizabeth Banks) despierta de un sueño eterno de 65 millones de años -lo que se dice una señora siesta, vamos- y Zordon (Bryan Cranston) deberá impedir que despierte a la criatura Goldar y conquiste la tierra, contando con la única ayuda de su efebo robótico Alpha 5 (Bill Hader) y cinco adolescentes de veintitantos años procedentes del pueblo de Angel Grove.
El obstáculo que 'Power Rangers' se pone a sí misma es que zigzaguea constantemente entre el espíritu realista de 'Chronicle' (2012, Josh Trank) -bordeando por momentos el plagio- y la machacona fiebre ochentera reactivada por 'Super 8' (2011, J. J. Abrams) y la serie de Netflix 'Stranger Things', tanto que el propio Israelite acaba anulando por completo el aire naif y hortera de aquel programa de superhéroes en pijamas de colores inoculados por el espiritu del 'feeling good' tan propio de la década de los 90.
'Power Rangers' es técnicamente superior y más ambiciosa que en cualquiera de sus vidas previas en cine o televisión, pero su principal escollo es que huye en exceso de sus orígenes y renuncia a emparentarse con la marca que da nombre a la franquicia, e incluso desplaza su pegadiza sintonía principal reemplazándola -salvo en una escena muy puntual- por un uso repetitivo y cansino de una banda sonora repleta de sintetizadores.
Lo unico que no ha cambiado con el paso de las décadas, y ése es un punto a su favor, es el privilegio de contar con dos estrellas con una buena reputación que perder, Bryan Cranston y Elizabeth Banks, ejerciendo respectivamente como mentor y villana en una película dirigida objetivamente al público infantil, y pasándoselo tan teta como cuando Paul Freeman -alias Belloq en 'En Busca del Arca Perdida'- se escondió bajo toneladas de látex azul en la cutre pero lúdica 'Power Rangers: The Movie' (1995, Bryan Spicer).
Estos no son los Power Rangers que yo conocí en 1993. Se parecen mucho, pero son otra cosa.