¿Es El discurso del rey la mejor película de su año? Teniendo en cuenta que el cisne negro de Aronofsky no era tan accesible, probablemente sí. ¿Es El Discurso del Rey una de las mejores películas que se han hecho? En absoluto, pero teniendo en cuenta lo flojo que ha sido el 2010 (y por extensión los últimos años de séptimo arte) la película de Tom Hooper gozó de un reconocimiento tan aceptable como acertado.

No estamos ante un drama convencional, de hecho, más de uno la tildará de comedia, pero Colin Firth y Geoffrey Rush consiguen emocionar de una manera completamente distinta, y eso para los tiempos que corren es muy meritorio. Lo de Colin Firth en cierto modo te lo esperas, aunque no por ello deja de ser prodigioso, pero lo de Geoffrey Rush, a pesar de conocer su gloriosa progresión en esto de la interpretación, te pilla un poco más a contrapié. Es Geoffrey Rush el que realmente marca la diferencia en la película, el que hace que se traspase esa línea entre buena película y gran película y el que lleva sin lugar a duda la parte más inglesa de la película. El famoso humor inglés, ese que se huele y se siente pero que nadie sabe definir con precisión, una cualidad innata.

Pero, además de una gran interpretación por parte de la pareja protagonista, Hooper aporta su grano de arena para hacer del discurso del rey una película que merece mucho la pena. Jamás (y cuando digo jamás lo digo desde la absoluta convicción) una película de este tipo me había hecho sentir la segunda guerra mundial como algo tan tenso y erróneo para el ser humano. Hay muchas películas que versan sobre la segunda guerra mundial y que transmiten bien la agonía de aquellos días, películas como El Pianista o La Zona Gris por ejemplo, pero son películas que tratan sobre ello, y de alguna forma están obligadas a transmitir esas sensaciones, ya sea con una total inmersión o con escenas tan crudas como realistas. En el Discurso del Rey en cambio el argumento no va por ahí, y la segunda guerra mundial en el horizonte es simplemente algo contextual, de ahí el mérito de Hooper en transmitir esa sensación de incomodidad y miedo ante lo que se estaba avecinando.
Sobre todo lo demás ya se ha hablado demasiado, intachable la humanización de las figuras monárquicas durante toda la película.

Nunca un desfile de ingleses estirados en pantalla había sido tan divertido. Como para hacer una reverencia.