Reconozco que a la vigesimocuarta vez de verla no me hizo tanta gracia.

Yo, Yo Mismo e Irene es una película altamente estúpida de gente con intención de hacerlo pasar bien. O como mínimo con intención de pasárselo ellos bien mientras la hacían. Es una película sucia, que no tiene reparos en reírse de temas casi tabú y que, precisamente, se acaba ablandando tanto y centrándose en el pseudoromance que acaba perdiendo fuelle. A todo esto hay que sumarle su extrema duración para una película de su género.

Es una de las comedias más básicas y a la vez mejores de Jim Carrey y los Farrelly. Yo, Yo Mismo e Irene tiene además un componente rabioso por parte del carismático actor, que volvía a la comedia tras el despecho que le supuso que la real academia obviara sus trabajos más serios en Man on the Moon y El Show de Truman (con cierta razón). Esta pequeña venganza y vuelta a las andadas de Carrey puede que supusiera unos cuantos pasos atrás para los más puristas, pero no deja de ser una gamberrada digna de agradecer para los que disfrutamos del humor del pedo-caca-culo-motherf*.

Una fórmula repetida con una película cómica camuflada en una road movie. Falta de chispa en la última media hora, pero el viaje merece más la pena que el destino.