Es cierto que la calidad de la saga VHS es bastante cuestionable. Es cierto que es más que una recopilación de fragmentos de terror os lo que al final los tenemos es una recopilación de directores emergentes que parecen estar haciendo un trabajo opcional durante sus estudios. También es cierto que sigue siendo atractivo el género Creepshow, incluso todavía ante este tipo de películas que rozan el bostezo.

No quede precisamente encantado con VHS 1 pero reconozco que tenía algunos pasajes interesantes. Luego llegó la secuela que, sin ser nada del otro mundo, me pareció lo suficientemente entretenida. Ahora nos llega esta tercera entrega que ya se deja de números viendo venir que podrían acabar alcanzando a VHS 25. Al fin y al cabo son películas que se hacen con un presupuesto ínfimo cuya inversión es recuperada inmediatamente gracias a un público que todavía respalda el formato.

Hay pocas dudas de que estamos ante la peor de las 3 que de momento han sido producidas. El primer pasaje, el del mago, estaría realmente bien de no ser por esas peleas y efectos que acercan más el relato a Matrix qué a en los límites de la realidad. Aunque en el momento tampoco es que sea emocionante una vez terminada la cinta gana solidez al compararlo con sus compañeras.

Y es que el nivel baja bastante cuando llega Vigalondo y sus monstruos paralelos. Monstruos para lelos hubiera sido un título que también podría haberle venido bien. Cierto es que, aunque no de mi agrado, acaba siendo un relato-ida de cabeza que acaba resultando entrañable. Algo así como un preadolescente que te enseña un relato de terror.

El último pasaje nos lleva a una especie de videojuego en primera persona al que no jugamos. Es algo así como un Dead Island ambientado en México con sectarios de ultratumba a los que hay que masacrar por degustación de los personajes. Algo haces mal cuando en una película de terror los personajes prefieren quedarse masacrando a tus monstruos que tomar la vía de escape evidente. Si antes decía que se trataba de un relato preadolescente ahora difícilmente llegamos a dos cifras en la edad.

Todo esto queda envuelto con un cuarto mediometraje que queda salpicado a lo largo de toda la cinta en forma de transición entre uno y otro. Además es el que de alguna manera justifica el nombre de esta película y del que se espera un poco más que en el resto. Como sospechais no es así, y lejos de captar el interés del espectador lo que se consigue es confundir lo y marea reloj durante una hora y media para al final dejarnos con cara de bobos. Su vertiente apocalíptica lo convierte de alguna manera en un colofón acertado, pero también viene a ejemplificar los problemas de una de las peores antologías de terror que pueden circular por nuestros televisores.