Que el cine de Takeshi Miike es un tanto extraño es algo que salta a la vista, y conseguir seguir ya no su forma de narrar las cosas si no también su modo requiere de una habilidad especial del espectador que muchas veces no consigue tener en un principio, por lo que comprender su cine requerirá de varios visionados de una misma película para lograr sacar el jugo que tiene. Es el caso de Ichi the Killer, aunque un poco mas fácil de seguir que anteriores trabajos del director, la narración exige de especial atención por parte del espectador para conseguir desentramar el universo de neo-punk creado con un submundo de depravación y enfermedad mental generalizada como pocas veces se ha visto en los personajes de la gran pantalla. Destaca el grandioso Kakihara por encima de todos, que conseguirá de media película en adelante, la simpatía del espectador casi incomprensiblemente en un personaje que tiene en el dolor y el sufrimiento tanto propio como ajeno sus principales características.
Ichi no deja de ser en la película un secundario, manejado por los hilos de Yin Yin y con serios problemas mentales infundados por recuerdos no reales introducidos por el propio Yin Yin para su uso y disfrute.
A pesar de que los efectos no están enormemente bien conseguidos, la película es muy interesante para todos aquellos adoradores del cine de Takeshi Miike, con planos largos y muy descriptivos emocionalmente sobre todo en la parte final de la película indispensables para algunos y soporíferos para otros. Para adoradores de Miike, de las películas donde la sangre, torturas y paranoias mentales son los reyes del metraje.