Simplemente una obra maestra del cine. El tono, la historia, el guion, el ritmo, la carga emocional, el descenso a los infiernos del odio, la venganza, el caos, la desesperación, la violencia interior, la atmósfera, Joaquin Phoenix... cada elemento está perfectamente colocado para que todo funcione como un reloj. Salvo el prólogo, un pequeño cliché de guion algo tramposo, el resto es perfecto. Es la tragedia de un ser humano, de muchos seres humanos, de la humanidad entera. De un sistema que hace aguas por todas partes en el que todos miran hacia otra parte por no querer ver la catástrofe que se avecina. Es una historia de traiciones, de amor, de codicia, de egoísmo extremo. Una herida que palpita. El director filma sin que le tiemble el pulso, con crudeza, sin desviarse ni un milímetro de la carga de profundo dolor que impregna cada uno de los planos de la película, sin excesos, con pulcra sobriedad y seriedad, sin trucos ni artificios autocomplacientes. Te remueve y te deja conmocionado.
Pero esto son sólo palabras. La experiencia es verla y sentir.