El extraño. Ese elemento foráneo que, venido de no sabe dónde (ni falta que hace) con un objeto muy concreto (en este caso, la restauración del fresco de una iglesia de la localidad), está, realmente, destinado a ser el instrumento que desvele el terrible y secreto misterio que, bajo una superficie de aparente calma y placidez, comparten todos los pobladores de ese microcosmos en el que pesa más lo que se calla que lo que se cuenta. Aguas mansas, aguas turbias, y un pasado que no deja de proyectar su sombra sobre los avatares del protagonista.

Ése es el eje sobre el que gira esta pieza, enmarcada temporalmente en la época dorada del giallo, y que, con encomiable eficacia narrativa -la trama está tan bien urdida como mejor desarrollada- y una ambientación muy conseguida, mantiene en todo momento el suspense a base de dosificar misterios y hallazgos, en una progresión de relato que desemboca en un final de impacto, una culminación del horror que, como espectadores, hemos podido ir atisbando a lo largo del metraje previo. Recomendable, no solo para amantes del subgénero, sino para cualquier buen aficionado al cine de terror.