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Estados Unidos Estados Unidos · Chicago
Voto de Donald Rumsfeld:
9
Drama Adaptación de una novela del escritor inglés William Tackeray. Barry Lyndon, un joven irlandés ambicioso y sin escrúpulos, se ve obligado a emigrar a causa de un duelo. Lleva a partir de entonces una vida errante y llena de aventuras. Sin embargo, su sueño es alcanzar una elevada posición social. Y lo hace realidad al contraer un provechoso matrimonio, gracias al cual entra a formar parte de la nobleza inglesa del siglo XVIII. (FILMAFFINITY) [+]
18 de abril de 2016
7 de 10 usuarios han encontrado esta crítica útil
Barry Lyndon es una película infravalorada. Tres razones para ello pueden ser:
1) Que tras 2001 y La Naranja Mecánica todos esperábamos que Kubrick reinventara la rueda por tercera vez. Algo que en efecto hizo pero de un modo extraordinariamente sutil.
2) Que los rasgos más accesibles de su cine (ironía, violencia y radicalidad) quedan disimulados aquí por el esteticismo (plenamente justificado dado el tema y su contexto) de la puesta en escena.
3) Que Kubrick es, a grandes rasgos, un director clasicista cuyas innovaciones formales no son el resultado de buscar (forzar, con frecuencia) la originalidad, sino del intento de construir y transmitir ideas mediante el cine. Kubrick no es moderno. Y Barry Lyndon es una película de época. Suma que a priori anula cualquier factor sorpresa.
Y, sin embargo, todas las características que atesora su cine están presentes en ella. Solo que de una manera tan depurada que incluso su particular modo de diseminar ideas dentro de las películas, algo de lo que otros directores renegaron por considerar demasiado simbólico y forzado, puede pasar inadvertido. Y aún más, si entendemos que el cine es en su esencia una narración mediante sonidos (música, palabras…) e imágenes por las que pasa el tiempo (movimiento), Barry Lyndon es un punto culminante de esa manera de entenderlo. Prácticamente la estrella polar.
La historia que narra la película es en apariencia convencional: auge y caída de un arribista mediante una sucesión de bonitos planos y trajes de época. No lo es tanto el hecho de que esta narración quede envenenada mediante una voz en off que aparte de rezumar ironía le arranca al espectador el suspense de la película, subrayando que aquí más importante que el qué se cuenta es el cómo se cuenta (en última instancia, obviamente, el qué y el cómo son lo mismo). Así, detrás de la bonita película de época descansa un drama duro, trágico y de un pesimismo agobiante, hasta el punto de que el mismo Kubrick decidió rebajar la graduación con un epílogo final que a fuerza de restar roza el nihilismo. Pero para alcanzar ese epílogo demoledor la película previamente ha ido desde la más sencilla inocencia hasta la depravación más absoluta. Un sendero sinuoso cuya paisaje fundamental lo componen la abyección moral, la farsa constante, la ambición espléndidamente engalanada, la manipulación como forma de vida y forma de vivir, abusos físicos de variadas especies incluyendo el maltrato infantil con precalentamiento, fusilamientos absurdos 100% estilo militar, la plena humillación social y la más repugnante de las venganzas como medio de restaurar el orden. Señores, esto no es Downton Abbey. Pero lo más interesante es que simultáneamente también es una película cálida, amable y humanista. Pues la amistad, el amor, la comprensión, el perdón o la simple manifestación de alegría ocupan muchas de sus escenas.
En esta línea, Barry Lyndon es un mirada lo más fiel posible a una época cuya belleza sólo podemos entrever y entreoír, y también es un estudio sobre la mirada como elemento de comunicación: prácticamente todas las secuencias claves se definen por las miradas de los personajes y muchas de ellas se resuelven con las miradas entre ellos, lo cual ya da idea de lo cercano y visual que resulta en esta ocasión el tratamiento de los actores y lo excepcional de sus interpretaciones y puesta en escena.
Continúa sin spoilers.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Donald Rumsfeld
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